Navidad
En una España insolidaria, politizada, dividida, que no sabe convivir y está destrozando la paz que, prácticamente, no existe, o cautiva y aherrojada está. Y de ahí que todo nos vaya mal, cada vez peor, lo que nos augura un trágico final. Porque gobernantes y gobernados, todos en general, somos responsables de lo que está ocurriendo, del desastre que vivimos y protagonizamos allá cada cual. Y todo porque los partidos políticos, todos, se van hacia el extremismo y la radicalidad, cuando tenían que entenderse, ser solidarios y apoyar un buen gobernar, del color que sea, y si no lo hace bien y para todos, en las urnas, se les manda para casa y en paz. Es el juego democrático, que todos tenemos que practicar. Y respetar.
Todas las ideologías son respetables y respetuosas, si no se salen de los cauces o límites democráticos y constitucionales que amparan la más estricta legalidad. No hay ideologías malas, y todas son necesarias en ese juego democrático y legal. Es el hombre el que las pervierte y cambia cuando las utiliza de una manera indigna y falaz, con egoísmo y ambición, con intereses bastardos para encumbrarse y medrar. Y esto es lo que está ocurriendo en nuestro país que, con la crisis, además, a la ruina y al desprestigio va.
Y en tan lamentable estado, nos viene ahora la Navidad, que es mensajera de una paz, la verdadera, pero que es pasajera, momentánea, y con los Magos se va. Porque no sabemos retenerla, conservarla, hacerla nuestra, como una apremiante necesidad. Y todo porque, en la Navidad, sólo nos interesa la vacación, la holganza, las juergas y comilonas regadas con un buen champán. Vergonzoso y triste es este contraste en la Navidad, en la que tantos hogares, en la Nochebuena, no tienen nada, sólo hambre y necesidad. Y todo por falta de trabajo, que es lo primero que hay que solucionar.
He aquí la España de hoy, en esta Navidad, con una paz breve y efímera, que con ella se irá. Y todo volverá a ser igual.
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