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Un record discutido: el primero pedaleando al Polo Sur

3 de Enero del 2014 - Javier Alonso-Iñarra (Tres Cantos (Madrid))

María Leijerstam pretende haber sido la primera persona en llegar pedaleando desde la costa de la Antártida hasta el Polo Sur, el pasado 27 de diciembre, y también quien más rápido ha hecho el trayecto, en un total de 10 días. Ambas afirmaciones son ciertas e indiscutibles, sin embargo, a la vista de otros que intentan records similares, como son el norteamericano Daniel Burton y el español Juan Menéndez Granados, vale la pena comparar la forma y el fondo del pretendido récord. Para ello, sugiero atravesar la superficie de estas afirmaciones y considerar lo que intenta cada uno y como lo hace. Existen grandes diferencias, y de su valoración se puede obtener una conclusión más definitiva sobre su mérito.

Discutido por el recorrido

Cuando se tiene un objetivo fijo de llegada, en este caso el Polo Sur Geográfico, el punto de partida tiene una importancia capital. En cualquier caso ha de estar al borde de la tierra de la Antártida, aunque hacia el interior del mar se proyecte desde allí una gran superficie de hielo, como se ve en las fotografías aéreas que se publican y también en Google Earth. María ha elegido comenzar su recorrido desde un lugar emblemático: aquel desde donde el capitán Scott inicio sus expediciones en busca de ser el primero en el Polo Sur.

Este punto de partida tiene dos grandes inconvenientes: El primero es que obliga a hacer más saltos dentro de la Antártida, y estos son inciertos en cuanto al clima, y caros. María voló desde Ciudad del Cabo en Sudáfrica, en el paralelo 20 E, hasta la Novo Russian Airbase en el borde correspondiente del continente helado. Desde allí tomó un avión a la pista de aterrizaje del Polo Sur, junto a la base norteamericana Amundsen-Scott. Y luego fue transportada por tierra, sobre el camino que iba a hacer en su triciclo, subida en uno de los dos Toyota Hilux especialmente preparados que le servirán de apoyo. El comienzo de su aventura fue en la costa Amundsen, en la Bahía de Ross, en el meridiano 150 W, que corresponde a Anchorage en Alaska, y atraviesa el Pacifico por una zona prácticamente desierta.

El segundo inconveniente tiene que ver con el terreno. La base de partida de María se encuentra al pie de una gran subida que se corona en el altiplano antártico. Una vez arriba, la superficie es esencialmente plana y llegar al polo relativamente sencillo. La subida ya dio grandes inconvenientes a las diferentes expediciones de Scott, e incluso por allí pueden estar enterradas unas grandes máquinas de orugas con las que Scott intentó ascender hasta la cresta sin lograrlo. La cuesta está parcialmente ocupada por el glaciar Leverett, lo que añadía un peligro grande a quienes primero se aventuraron por allí: grietas en el hielo, con frecuencia cubiertas de una fina capa de nieve y por tanto invisibles. Este último inconveniente esta matizado por la existencia de una carretera de hielo, que a su vez facilita rodaje y orientación en el recorrido elegido por María. Aun así, ella ha debido engancharse un arnés y tirar de su triciclo en algunas ocasiones.

La logística del Polo Sur es muy complicada para todos los que allí hacen labores científicas o de otro tipo. Bases como la norteamericana Amundsen-Scott, que tiene un tamaño y ocupación muy superior a otras, demandan petróleo, para sus necesidades energéticas y grandes cantidades de vituallas. Volar el combustible desde otro continente es muy caro, tanto por la incertidumbre de las condiciones atmosféricas como por el peso del producto. Los americanos vieron la posibilidad de llegar a la Bahía de Ross con barcos adaptados al hielo. Y este era el lugar más cercano en kilómetros a recorrer hasta el Polo Sur. Así que desde allí hicieron una carretera en el hielo para permitir que camiones y orugas transporten combustible y víveres hasta su base en el Polo. La carretera en el hielo requirió un estudio detallado de la capacidad del suelo para soportar grandes cargas y para ello se usaron georradares, aparatos que detectan grietas o huecos bajo la superficie. Estos huecos fueron oportunamente rellenados y la circulación de maquinaria por esta carretera es continua en verano, como lo es su mantenimiento libre de acumulación de nieve. El recorrido de María sigue esta carretera en toda su longitud, que son unos 510 km en línea recta. El estado del piso ha evitado uno de los grandes problemas que Daniel y Juan han tenido en su avance: el pedalear en nieve solo es posible, aun con fat-bikes o bicicletas de ruedas gruesas, cuando esta es muy dura o pisada o muy poco profunda. El recorrido previo en sentido contrario también ha permitido a María reconocer el terreno y dosificar sus esfuerzos en consecuencia.

En el caso de Daniel Burton y Juan Menéndez Granados, el camino escogido no solo mas de dos veces más largo, con 1.130 km en línea recta, sino también inexplorado por ellos. No es una exageración decir que el estado del camino que han elegido es más natural, su recorrido más incierto y sin duda, en resumen, considerablemente más difícil que el planteado por María.

Juan y Daniel no han elegido el lugar de partida en Bahía Hércules sin buenas razones para ello. La razón principal es su cercanía al continente sudamericano. La segunda se llama ALE/ANI Adventure Network International, una organización profesional que se dedica a llevar a exploradores y turistas hasta la Antártida. Igual que la mayoría de los barcos que hacen el circuito antártico, y que parten de este continente, el vuelo desde Punta Arenas en Chile a la base Union Glacier es relativamente corto y relativamente barato. ALE tiene su campamento establecido en un lugar cercano a la cordillera Vinson (el monte más alto del continente y por ello muy escalado), con su pista de aterrizaje. Una avioneta Twin Otter, el modelo más accesible que se defiende bien en aquellas latitudes, puede hacer fácilmente vuelos desde la base hasta el Polo u otros lugares cercanos con aventureros y su equipo.

Daniel ha contratado a ALE para que le organicen la logística del viaje, desde recogerlo en Punta Arenas y alojarlo en su base, hasta colocar, en puntos predeterminados, los 4 cachés que le evitan tener que arrastrar sus provisiones y combustible durante todo el recorrido. Juan, con un presupuesto muy ajustado, solo ha debido contratar su transporte hasta el lugar de partida, y como Daniel, la vuelta hasta Punta Arenas desde el Polo Sur una vez que lleguen allí. La misma compañía les provee a ambos de un seguro de rescate, en caso de encontrarse en una situación que lo justifique. Y ha de justificarlo muy bien, pues tampoco es instantáneo, depende de las condiciones meteorológicas y es muy costoso.

El camino que ambos recorren puede dividirse en tres grandes etapas que en total ascienden más de dos kilómetros: la primera es la subida desde la Bahía de Hércules hasta Patriot Hills, toda en ascenso y en gran parte cubierta de nieve blanda. La segunda es relativamente llana hasta las montañas Thiel, y en ella se encuentran rastros de vehículos que han pisado la nieve, haciéndola más practicable. La tercera, en gradual pendiente, hasta el propio Polo Sur. La primera parte está muy sujeta a grandes tormentas de viento y whiteouts, ventiscas que impiden el avance y la orientación. Las condiciones son en algunos momentos tan extremas que los ciclistas han debido montar la tienda en plena ventisca, solo para prepararse la comida y seguir después. La nieve acumulada hace imposible avanzar, o si es posible, lo es tan lentamente que no se puede mantener el equilibrio en una bicicleta convencional.

Discutido por el tipo de bicicleta

Además del camino, en cuanto a sus condiciones y longitud, hay que considerar el método de transporte elegido. La discusión de si es en bicicleta o es en triciclo, puede resultar semántica para algunos, pero sin duda establece una diferencia. María ha elegido un triciclo de perfil muy bajo, con una rueda atrás y dos delante. La gran ventaja es su estabilidad a cualquier velocidad, incluso a 1 km/h si ello fuera necesario. Una segunda ventaja es que es muy aerodinámica, y comparada con una bicicleta convencional, opone un perfil más reducido al viento. Sin embargo, en un hipotético recorrido por nieve blanda, tres ruedas tienen que abrirse paso, lo cual es más dificultoso que dos ruedas alineadas. El peso del triciclo es también muy superior al de una bicicleta fat-bike convencional.

Por su parte Juan y Daniel han elegido modelos muy parecidos de fat-bike: un cuadro sencillo y convencional con ruedas de casi 12 cm de ancho. La geometría de la bicicleta está siendo el mayor problema en el avance: por muy gruesas que son las ruedas, no son capaces de flotar lo suficiente sobre la nieve blanda, y su anchura acaba, en este caso, siendo un inconveniente al obligarles a hacer un surco mayor. Desde el punto de vista de estos vehículos, de no elegirse otro camino, o tener unas condiciones excepcionales de suelo helado y sin nieve, pedalear desde la Bahía de Hércules hasta el Polo Sur en una proporción homologable de su longitud, digamos al menos dos tercios, parece casi imposible.

Discutido por el apoyo externo recibido

Los tres que intentan de alguna forma establecer un record en su trayecto, lo hacen en solitario. Esto es importante pues la palabra solitario determina una manera especialmente meritoria de conseguir algo. Normalmente estos desafíos son más accesibles si se hacen en equipo, pues varios miembros de la expedición aportan no solo mas energías, brazos o piernas sino la especialidad de cada uno, las posibilidades de sustitución en momentos delicados o turnos de avance o trabajo, la seguridad que aporta el numero etc. Los tres ciclistas en solitario al Polo Sur afrontan su desafío de formas muy diferentes, y aquí reside uno de los principales aspectos de este desafío: la capacidad de sacrificio, la habilidad, la capacidad de esfuerzo y trabajo para hacerlo con la mínima participación externa. De esta hemos de deducir la posible ayuda que en un caso de extrema necesidad puedan recibir. Abortar el viaje y ser rescatados ante un imprevisto es un elemento común a los tres y que debe descontarse al ser medida de seguridad comúnmente aceptada hoy día. El riesgo más allá de unos límites que puedan conducir a una muerte segura de no ser rescatado, siendo ello posible, es algo que la sociedad difícilmente acepta hoy en desafíos deportivos como este.

Dejando a un lado los criterios anteriores, la mayor diferencia en el planteamiento y su dificultad, entre estos tres ciclistas, tiene que ver con el apoyo que reciben. María intentó salir con todo su equipaje en el triciclo. Aun así, llevaba tras de ella dos vehículos todo-terreno: uno de apoyo y otro de filmación. Cuando las cosas se pusieron mal, pasó todo su equipaje a uno de los vehículos y continuó, esta vez sin peso que arrastrar. El montaje de los campamentos y las asistencias, por ejemplo la comida, durante las horas de pedaleo, no se conocen todavía, pero es más que probable que no haya intentado ser muy purista en este sentido, y por minimizar el tiempo de su recorrido, le haya sido proporcionada ayuda.

Daniel ha elegido llevar en su bicicleta el equipo propio y algo de comida, todo ello en bolsas o alforjas colgando de su bicicleta. Estimamos un peso de unos 30 a 40 kg en las etapas iniciales, en las que además puede haber arrastrado parte de este peso en uno o dos trineos. La comida y el combustible para el infiernillo, pilas y otros consumibles los ha distribuido en tres bolsas estancas que la organización ALE le ha situado estratégicamente en varios puntos del camino, y georreferenciado para que pueda encontrarlas con su GPS. Con ello ha evitado llevar una carga importante de peso. Además, durante su recorrido, que él considera purista pues si no cabalga en la bicicleta, la empuja por el manillar, ha debido eliminar peso y ha soltado parte del equipo y piezas de la bicicleta que considera inútiles. Por cierto que la avería que hacía que su avance fuera a piñón fijo, parece haberse arreglado, quizás con algún repuesto.

Juan Menéndez Granados, arrastra tras su bicicleta un trineo de forma alargada, conocido como pulka, que es el equipo estándar de todos los que han cruzado la Antártida en esquís. En la salida llevaba 100 kg de equipaje, incluyendo la comida necesaria para todo el viaje. Esta es una carga considerable para arrastrar y por ello Juan ha optado por equiparse también con esquíes, para, en caso necesario, colocar la bicicleta sobre la pulka y tirar con un arnés por todo ello cuando nos es posible hacerlo desde la bicicleta. Arrastrar la bici desde el manillar, caminando a su lado, mientras tira del centenar de kilos de la pulka sobre nieve blanda no es, en la práctica, muy posible.

La polémica está servida

Todo lo anterior abre una puerta a la polémica: en el caso en que los tres deportistas lleguen a la meta, cada uno de ellos lo habrá hecho en un tiempo, por un itinerario, con medios y apoyo diferentes. Cada forma tendrá su mérito, y ninguna de ellas podrá ser elevada a otra cosa que ser una subcategoría de llegar en solitario, en bicicleta, pedaleando la gran mayor parte del recorrido, en total autonomía, desde la costa antártica hasta el Polo Sur, suponiendo que este fuera el record, homologable, y de características equivalente a un record sobre esquís, por ejemplo. Como los de Liv Arnesen, la noruega que logró en 1994 ser la primera mujer en hacer sola y sin ayuda, esquiando, este mismo recorrido, o el noruego Christian Eide, que llevó a cabo en 2010 el mismo trayecto en solitario, sin apoyo externo, esquiando, en 24 días, el más rápido del que se ha tenido noticia hasta ahora.

Javier Alonso-Iñarra

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