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Cuento de Navidad

5 de Enero del 2014 - Rafael Gutiérrez Amaro (Linares)

En esta Navidad en la que aún estamos, mi amigo quiso poner un nuevo Belén de figuras pequeñitas, un Belén con muchos detalles, con casitas y con mucho campo y montañas y un gran río de esos que en todos los belenes llama la atención; miró en las tiendas tipo bazar y vio que había figuras llenas de encanto y baratas y además con todo tipo de complementos: puentes, gallineros, pozos, casitas y muchas cosas relacionadas con los oficios y profesiones de aquella época; se entusiasmó al ver la riqueza de aquellos belenes. Después se dio una vuelta por los lugares en donde venden belenes tradicionales y vio todo tipo de figuras, y orfebrería llena: de encanto y de belleza; él se enamoré de todo aquello pero su indecisión le hizo que no comprara, quedándose con una tremenda duda por no haberse decidido. Llego a su casa y se encontró con el lugar en que había pensado colocar el Belén y lo vio vacío; muy, muy vacío, vio que allí faltaba una escena de Navidad, faltaba el niño Jesús y ¡cómo no! María y José, y el burro y la vaca y el gallo y los pastores Se quedó triste, pues la falta de decisión y el dinero habían sido la causa de no haber hecho su compra de Navidad. Al día siguiente se organizó la campaña de alimentos del: Banco de Alimentos, cuyo objetivo es obtener alimentos para darlo a la gente necesitada. Su hijo le dio X euros y lo mandó a comprar, con ese fin fue al establecimiento, cogió su carro y se dispuse a comprar para el Banco de Alimentos; un alimento tras otro, aunque primero pregunto lo que necesitaban con más urgencia para no comprar a lo loco; después mi amigo siguió llenando el carro, disfrutaba con la acción pensando en el bien que podía ocasionar, en ningún momento pensó en el dinero y sí en el bien de aquella acción; sí sabía que se estaba pasando sobradamente del presupuesto pero no le importaba, pues conocía de sobra el importante fin de aquello. Se encontraba ilusionado comprando, cualquiera pensaría por la ilusión que ponía que estaba comprando su Cena de Navidad, pero él, aunque no era eso, así lo vivía, pues el amor, ¡pienso que!, cuando es verdadero nos lleva a la felicidad más absoluta, nos lleva a la cumbre de la verdadera dicha, nos llena de entusiasmo. Cuando se llenó el carro pagó, ¡lógico no! y lo llevo al Banco de Alimentos, con una satisfacción tan grande como emotiva. El rostro de los que lo recibieron fue, para él, otro motivo de alegría, pues vio también, en aquella gente, su grandeza de corazón, su entrega generosa. Satisfecho se fue a su casa, y cuando llego se le vino a la memoria el hueco vacío en el que quería haber puesto el Belén, y entre las sombras del atardecer, mirando atentamente, descubrió, y vio, que el lugar era distinto, ya no estaba vacío, ya no era un lugar triste, no era el lugar que él había dejado; allí encontró un algo muy especial, vio al niño Jesús: muy, muy alegre, y a la Virgen: feliz, y a San José lleno de emoción, vio a los animales plácidamente comiendo y disfrutando con satisfacción, vio a los ángeles que revoloteaban junto al Belén llenos de vida, vio a los pastores que vivían la escena con la ilusión y el sencillo candor de los niños; ¡y pensó! ¡Este es mi corazón que me está hablando!. ¡Pero, de todas formas!, se dijo: ¿Cómo, en mi mente y tan claramente se ha podido llenar este vacío?, y pronto, muy pronto, y con certeza, calló en la cuenta: Este año: de crisis tremenda, de familias desprotegidas y abandonadas, de hogares sin nada de nada, de personas callejeando buscando un algo que nunca acaban de encontrar; este año el Belén que en el lugar de siempre corresponde es el Belén de la generosidad, el Belén de los alimentos, el Belén del cariño auténtico, el Belén de la entrega: generosa y constante. Este año el Belén: está en la calle, está en los barrios pobres, está entre la gente sencilla, está entre las personas solas y desamparadas; ¡esta!: en el diálogo con los desafortunados, en la amabilidad con los tristes; ¡esta! en la caricia que se da: a aquel desgraciado incomprendido, o a aquel otro que viene de lejanas tierras, o aquel niño que revolotea a nuestro alrededor porque quizás tiene falta de cariño, o a aquella persona que le falta generosidad para amar a Cristo, o a aquella otra que quiere amar a Jesús pero que no tiene formación No sé si en tu Belén, en el Belén de tu alma, falta alguna figura, en el mío siguen faltando muchas, pues son muchas las necesidades y pocos los obreros, son pocos, muy pocos, los que están decididos a seguir los caminos del amor y de la entrega generosa a los demás, son pocos los que quieren dar a conocer a Jesucristo y son también muy pocos los que viven o quieren vivir su doctrina. Tú, si quieres, te puedes apuntar para montar este Belén; el Belén de seguir a un Dios deseoso de encontrar auténticos y celosos seguidores.

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