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A vueltas con el aborto

23 de Enero del 2014 - José Ramón Rodríguez Fernández (Oviedo)

Esta expresión ya indica por sí sola que nos encontramos ante un asunto de difícil comprensión que yo trataré de explicar del modo más sencillo y congruente.

En primer lugar, lo que para empezar no he logrado entender es cómo se nos ha ocurrido juntar dos palabras, "ley" y "aborto", que tan mal se llevan entre sí, pero que desde hace unos años las estamos obligando a convivir.

Es éste, el del aborto, un asunto en cuyo interior nadie quiere entrar, ni gobernantes ni jerarcas de la Iglesia, bien sea por motivos políticos u otros parecidos.

Hace ya más de dos años un destacado político nacional decía en una solemne intervención que había que regular la ley del aborto, y unos días después en un multitudinario acto religioso un destacado dirigente de la Iglesia insinuaba que dicha ley debía ser modificada.

Tengo que manifestar que yo al menos, y probablemente muchos más, no entendemos lo que estos dos personajes de verdad nos quieren transmitir.

Con rigor y claridad quiero manifestar por este medio mis convicciones sobre este importante tema para ver si, al menos, consigo que estas cosas se logren aclarar.

El aborto es un crimen en sí mismo y un pecado grave según la doctrina de la Iglesia. Desde el instante mismo de la concepción, el autor intelectual del ser humano ya tiene un proyecto de vida que nos permite vislumbrar que ésta ya entonces anda por ahí. Un aborto en ningún caso se puede cometer. No es cuestión de tiempos o de circunstancias. Una sociedad que aprueba el aborto y que incluso proclama el derecho a abortar es una sociedad corrupta y acabada que ha perdido todo el crédito y toda su fiabilidad.

Estamos en una época en la que no hablamos de otra cosa que de la dignidad y de los derechos de la mujer, pero desgraciadamente ésta no está suficientemente valorada como persona, sino que aparece en muchos medios más bien como un objeto e incluso yo diría como una comida fácil y sabrosa que a muchos les gustaría probar. Y así se produce ese gran número de relaciones basadas más bien en el egoísmo que en el verdadero amor, dando lugar a veces a embarazos no deseados que finalmente acaban en abortos.

¿Qué hay que hacer con las mujeres que abortan? ¿Hay que castigarlas? ¿Hay que enviarlas a la cárcel? o ¿hay que apedrearlas? Yo no estoy de acuerdo con ningún tipo de castigo. Tampoco lo están los distintos gobernantes. Pues siempre ha habido abortos y ninguna mujer ha tenido que pagar por ellos. Hoy la ley del talión, que en su día no estuvo mal del todo, ya ha quedado desfasada, aunque aún se mantiene viva disfrazada con el bonito nombre de justicia.

Si alguno está en desacuerdo con lo que estoy diciendo que se lo pregunte a mi buen amigo Jesús de Nazaret, que es el que mejor que nadie nos puede orientar en este caso. La mujer "sorprendida en flagrante adulterio", según el pasaje bíblico, iba a ser apedreada. Después del tumulto que allí se originó y que luego acabó en nada, Jesús mantuvo una conversación con ella, seguramente cariñosa y distendida, que terminó con la absolución total de su pecado, pero al mismo tiempo con una clara advertencia de que aquella infidelidad no se debería cometer de nuevo.

Los gobernantes y ministros de la Iglesia, en vez de hablar de leyes sin sentido, lo que tienen que hacer es predicar a través de todos los medios a su alcance la dignidad y el respeto a las personas, intentando educarlas en los valores humanos y cristianos, tratando al mismo tiempo de que algunos programas mediáticos que tanto daño están haciendo logren desaparecer.

Si a pesar de todo se producen embarazos no deseados que finalmente acaban en abortos, entonces es el momento de hablar con esas mujeres, con amor y con respeto, haciéndoles ver el error en que han caído, perdonarlas y no aumentarles el castigo, pero advirtiéndoles con ardor y con coraje que tales hechos no se pueden ni se deben repetir.

Sé que ésta es una labor difícil que exige decisión, preparación y mucho esfuerzo, pero urgente y necesaria. Estoy seguro de que así se van a evitar muchos más abortos y no con la reforma o modificación de una ley que jamás he podido comprender, pues aún no sé lo que pretende.

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