Teatro, radio y Margarita
Comenzaba el año 1953. Los componentes del «comité» del curso 5.º de Derecho Joaquín Morilla, Francisco Lorente y Alejandro Ballina me pidieron que los ayudara a buscar «algo» para financiar el viaje de fin de curso. La razón de acordarse de mí era que, además de compañero de curso, era el encargado de actividades culturales del Sindicato Español Universitario. Habían escuchado o presenciado las lecturas y representaciones teatrales que habitualmente hacíamos en el Paraninfo de la calle de San Francisco los componentes del TEU.
Me comprometí a preparar una obra de teatro y representarla por toda Asturias. Y comencé a pensar en títulos, autores y personajes. Elegí una obra de Jardiel Poncela titulada «Una noche de primavera sin sueño». Hablé con Margarita Lorente Migoya, compañera de curso y componente del grupo de actores del TEU, para hacer el papel principal femenino, el de Alejandra. Margarita y yo habíamos hecho infinidad de teatro y radio durante los cinco cursos de carrera y nos conocíamos perfectamente. Y el papel de Alejandra, «una muchacha de unos veinticinco años, linda y distinguida», según el original de la obra, le iba como hecho de encargo para ella. Le expliqué la obra y su papel y juntos elegimos al actor que sería su marido, Mariano. De mutuo acuerdo decidimos hablar con Félix Cortázar Bridgens, un rapaz alto, fuerte y con buena planta. Hablamos con él y aceptó encantado. Unos días después nos reunimos para leer la obra y les encantó. Y yo, como director, me autoproclamé Valentín, un personaje que me enamoró desde el primer momento.
Estrenamos la obra en el Casino de Trubia, con gran éxito de público, que aplaudió a rabiar. Y paseamos por toda Asturias de Norte a Sur y de Este a Oeste. El éxito fue tal que la gente nos paraba en la calle y nos llamaba por los nombres de los personajes que representábamos en la comedia.
La última vez que vi a Margarita fue en la celebración de los cincuenta años de salida de la Universidad. Ella hizo el discurso de apertura brillantemente, como siempre. En la comida y en la sobremesa hablamos de su labor como directora de la Cope en Avilés; las diferencias con lo que habíamos hecho cincuenta y tantos años atrás, de nuestras vidas, familias... Saboreamos hermosísimos recuerdos de amigos, compañeros de estudios, profesores, anécdotas, sucedidos, etcétera.
Margarita, hasta pronto. Un beso fuerte fuerte de Valentín.
Manolo Aguadé
Oviedo
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