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Aquel fatídico 24 de abril de 2009

18 de Julio del 2009 - Margarita Feliciate Mortera (Oviedo)

Fue un día como otro cualquiera, mi marido se levantó como todos los días para ir a trabajar muy temprano, aproximadamente a las 5.30 de la mañana. Teníamos algunos planes para estas vacaciones y algunos proyectos para el futuro y todo quedó ahí, en planes. El día anterior habíamos tomado algo en un bar cerca de casa donde parábamos alguna vez. Nada hacía pensar que iba a ocurrir algo tan espantoso.

El 24 de abril 2009 (viernes) después de levantarme como siempre sobre las 7.30 de la mañana para despertar a mi hijo Sergio para ir a clase, ya que entraba a las 8.20 de la mañana, sonó el teléfono sobre las 8.50 de la mañana. Me comunicaron del trabajo de José que se había puesto indispuesto, que estaban intentando reanimarle, que parecía un infarto, que fuera para urgencias de residencia, que lo llevarían para allá, pero que me pusiera en lo peor.

Yo fui para allá como un zombi pensando que estaría grave pero que conseguiría hablar con él. No llamé a nadie, fui sola. Allí me enteré de la peor noticia de mi vida: que se había muerto, que había entrado ya muerto.

El día anterior fue el último día que lo vi con vida. No me pude despedir ni decirle muchas cosas que sólo piensas cuando ocurre una desgracia como ésta.

Después fue todo como un película que piensas que no te va a ocurrir a ti ni por asomo, pero me ocurrió.

Llegó el médico de Renfe, que me ayudó en los primeros momentos y me explicó cómo había sido y que lo intentaron todo pero que no hubo nada que hacer. Me comentó que llamase a mi familia, ya que yo no sabía qué hacer allí, aunque fui para casa, ya que no me encontraba bien. En casa no sabía qué hacer y volví para donde están los mortuorios. Allí estaba el primo de mi marido, Paquito, que trabajaba también en Renfe.

Me ayudó en el primer momento; llegó el primero y se lo agradezco, ya que yo estaba como un zombi. Le abracé y parecía que estaba abrazando a José, ya que eran a parte de primos muy buenos amigos y compañeros. Gracias por estar ahí y ayudarme Paquito. Doné algo del cuerpo de mi marido, que espero que sirva para alguien, creo que a él no le hubiera importado. No sé cómo tomé la decisión en ese momento tan duro de mi vida, ya que estuvieron los médicos una y otra vez preguntándome sobre ese tema, ya que tenía alguna duda sobre si a José le gustaría.

Empezó a llegar la familia más importante dentro de mi vida. Mi hermana, su marido, el hermano de mi marido y su mujer y, por supuesto, mis padres. También me ayudaron muchísimo. Gracias por estar ahí.

En el tanatorio fue todo como un segundo episodio de esta película tan horrible. Empezaron a venir familiares: tíos, primos y mucha familia. Gracias por todo. Compañeros de Renfe, amigos y todos en general. Le doy gracias a todas las personas que ayudaron en ese momento tan duro. Llegó también una amiga, Elena, que le doy las gracias.

Lo peor fue ir al colegio a buscar a Sergio y darle la noticia de la muerte de su padre. Sergio, que aunque ya tiene 16 años, no sabíamos cómo la tomaría ni cómo decírselo. Fue horrible: fuimos sobre las 14.50. Estaba mi amiga Elena y también el hermano de mi marido, Isaías, y su mujer, Rosi (gracias a ellos por todo). Yo no sabía cómo hacerlo y ver la expresión fue lo peor. Pensó lo mismo que yo, que no podía ser, tenía que ser un error porque el día anterior estaba perfectamente, pero había pasado y no se podía cambiar la terrible noticia. Yo creo que esos pocos minutos pasó de ser un adolescente a pensar en lo terrible que puede ser la vida y lo mucho que deseaba decirle algo a su padre como yo, que también quería decirle algo y despedirnos de él, pero no nos dio tiempo. Estaba allí su tutora María, que le ayudó también junto con el psicólogo del colegio.

Al día siguiente fue lo peor de todo, ya que se marchó por completo José de mi vida. El cuerpo de mi marido se fue para siempre. En ese momento quería decirle tantas cosas, pero era imposible. Estaban todos, la dirección del Colegio Ursulinas, profesores, amigos, compañeros de mi marido, etcétera.

Al colegio de mi hijo les doy las gracias por estar ahí en un día tan importante y tan duro para mí y para él. No cambiéis, seguir así, y, sobre todo enseñando lo verdaderamente importante de la vida. Lo que no se enseña en las aulas.

A los amigos de Sergio les doy las gracias por estar con nosotros. Él se sintió arropado por vosotros. Gracias a Álex, que se preocupó de avisar a todos sus amigos. A Rosa también le doy las gracias por ayudarnos a los dos y por estar con nosotros. Si me queda alguien también le doy las gracias por acordarse de nosotros. Y los que de alguna u otra forma también se acordaron, por supuesto les estamos muy agradecidos.

Por último, a mi marido José le doy un beso muy fuerte y gracias por compartir estos 22 años de vida conmigo, allí donde te encuentres yo siempre me acordaré de ti. Hasta siempre José, espero que exista algo de magia y puedas leer esta carta.

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