Una sociedad «en línea»
El mundo está cambiando y nosotros con él.
Según el Instituto Nacional de Estadística, un estudio realizado en 2012 sobre el uso de la tecnología de la información y la comunicación en los hogares afirma que dos de cada tres hogares disponen de conexión de banda ancha a internet, lo que supone un ocho por ciento más que en 2011.
No hace tantos años, creo recordar estar en el salón de casa conversando, sin que ninguno de los presentes tuviera en sus manos un aparato tecnológico al que prestar más atención que a cualquiera de los demás.
Es cierto que la tecnología nos ha facilitado la vida, si no es en todos, diría que en casi todos los ámbitos.
Desde la educación, pasando por la prensa y los medios, hasta llegar a nuestra vida diaria. Al fin y al cabo, la era tecnológica era un paso más que dar en la evolución.
Gracias a ella, nos informamos de los hechos ocurridos en la otra punta del mundo en cuestión de segundos, y la importancia que tiene sobre la medicina es imprescriptible.
¿Pero, y nuestro día a día?
Vivimos veinticuatro horas pegados a la pantalla de nuestro teléfono inteligente, y un trabajo depende de estar frente a la pantalla del ordenador día sí día también.
Nuestras relaciones personales van de forma directamente proporcional a la última conexión y los besos se mandan por emoticonos. Una sociedad en línea, en letras, una sociedad que no entiende que no vivas pegado a un móvil; una sociedad que sonríe a las pantallas.
Es cierto que la tecnología acerca a aquellas personas que están más lejos. Tanto como que aleja a aquellas que están más cerca.
Ya lo dijo Einstein: «El día que la tecnología pase a la humanidad, tendremos una generación de idiotas».
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