Alardear
Alardear, hacer alarde. Proviene del árabe, y sería hacer ostentación y gala de alguna cosa.
Es posible que, antes, las personas fuesen más comedidas en su forma de aparentar, de expresarse, aunque siempre estuviesen sometidas a su carácter y a la educación recibida. Da la impresión de que, ahora, se alardea cada vez más por todo. Pero, además, que se alardea para aparentar que no se es lo contrario.
Se alardea de vestir informalmente. Se alardea de hablar con muchos tacos y palabros. Se alardea de dar gritos y vociferar. Se alardea de mala educación, y hasta es posible que si se mostrase lo contrario, la educación, se podría aparentar que se es un «pijo». Y hay que huir de esta apariencia rápidamente. Hay que echar mano de la mala educación para no ser pijo/a.
Sale en internet una fotografía muy graciosa de una diputada en su asiento del Congreso desperezándose con los brazos hacia lo alto y bostezando con su abierta bocaza dicharachera. ¡Qué bien se la ve alardear de gamberra y maleducada!
También hay buena escuela para aprender a alardear de mala educación. Se trata de las constantes aventuras, de la basurilla televisiva de los fulanillos y las fulanillas de todos los días, por más que se salga corriendo, da lo mismo, porque están metidos por todos los resquicios de la caja tonta y no hay quien los eche de allí.
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