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En la despedida de Carmina

8 de Enero del 2014 - Javier Arjona (Siero)

Gracias por acompañarnos en la despedida de Carmen Calleja Bode.

Nos deja una matriarca, de pequeño tamaño y de gran estatura simbólica a los 93 años, atacada por la enfermedad de la desmemoria, pero recordada con fuerza por su entorno familiar amplio.

Estos días, con ocasión de los 20 años del levantamiento indígena en Chiapas, se ha recordado a la Comandanta Ramona, y hay un parecido innegable entre ambas mujeres. Similares en tamaño. Parecidas en la capacidad de lucha. Además, la familia Calleja tiene en México ramificaciones: exiliados obligados por el franquismo, cuya represión padeció abondo la extensa familia García Calleja. Carmen enviudó joven: su compañero Laureano que había hecho la guerra como correspondía en el bando legal, sufrió inmediata detención a su regreso a casa debido a la denuncia de los caciques de la zona, los Tejuca, y a la fuerza tuvo que repetir dos años de mili en el bando faccioso, y a su término seguir marcado como rojo e imposibilitado de conseguir trabajo, que hubo de buscar en túneles en Cantabria, hasta quedar silicoso en grado extremo, dejando toda la responsabilidad de cuidar a sus cuatro hijas a Carmen, quien desarrollaría en el medio hostil del franquismo todas sus inventivas para sobrevivir y no dejar pasar nunca hambre a su gente.

La cárcel de Cangas de Onís, ahora convertida en Casa de Cultura, y otros recintos represivos, tienen huella de la persecución a la familia. Nada extraño es por tanto que toda mención a los cuerpos represivos, y especialmente los de uniforme verde, hayan tenido siempre el sentimiento de horror y desprecio por parte de toda la familia, y especialmente de Carmen.

La partida de Carmen ha estado precedida, hace pocos meses, de dos de sus hijas, Mari y Cruz, con lo que el dolor se acumula, y los recuerdos resultan más necesarios aún: de las hijas, de las ramas familiares, de la Vida que Carmen logró inspirar en lo cotidiano de los recovecos del concejo de Ponga y alrededores.

Hace pocas semanas despedíamos también a mi madre, en tierras extremeñas, y recordábamos una vida de lucha similar en muchos aspectos a la de Carmina, y unos últimos años en que también se hermanaban en la enfermedad terrible de la desmemoria.. una enfermedad que parece la mayor de las cómplices de la la maldita Impunidad.

¿Cuánto recuerdo acumulaba Carmina antes de que su cerebro se desmemoriara?, ¿cuánto ha quedado sin trasladar a la memoria colectiva de sus hijas y nietos?, ¿cuánta impunidad pendiente de resolver para con las injusticias a mansalva cometidas por los que destrozaron la legítima y esperanzadora segunda República?

Consecuente, referente, fortaleza de mujer de su tiempo, largo tiempo de vida, Carmen Calleja Bode, como otras tantas personas de nuestra Asturies, nos traslada para siempre el orgullo y el estigma de haber sido señalada como roja.

Roja de la mejor estirpe rural asturiana, plena de elemental y sencillo anticlericalismo, nunca dejó de disfrutar con la música del himno de Riego, que escuchábamos antes, con la letra más popular.

Roja, como la rojinegra comandanta Ramona de la Chiapas Rebelde, que luchaba por tierra y libertad y contra el Mal-gobierno. La tierra, las plantas, las hierbas, los animales, han sido siempre centro de atención de Carmen, y si allá en México dicen que a quienes tienen la suerte de acudir a la escuelita zapatista les ponen a un Votán-Zapata, un guía , un protector, un sincretismo entre la espiritualidad indígena y el revolucionario mexicano que trasciende también en ese caballo de las películas, en las montañas y selvas mexicanas.aquí podríamos asimilarlo de parecida forma en esta despedida fraterna: Carmen nos ha dejado un 6 de enero del 2014, pero su fortaleza, similar a la del texu celta, o como la del carbayu asturiano, para luchar contra el neofranquismo y la injusticia, para luchar y lograr construir todos nuestros sueños, nos acompaña, nos guía, nos protege.

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