Desventajas y ventajas de un sordo
–Vamos a ver, me dice tu familia que la tele es ahora tu único balcón al mundo exterior, ¿qué hay de cierto?
–Bueno, no tanto; antes están mis hijos, mis nietos y viejos amigos, pero algo de verdad sí es.
–¿Tienes preferencia al respecto?
–La Primera si acaso, por su cierta independencia en lo noticiable.
–¿Y La Sexta te va?
–Hace tiempo que le tomé el gusto y no me la pierdo por nada, aunque sea breve; me encanta a mediodía después de comer. Me relaja, ni un solo día me paso sin ella y creo que es herencia de mi padre; le pasaba lo mismo, aunque no fuera más que media horina se sentía otro. Es más, si un día por lo que sea no puedo dejarlo todo para no perdérmela sufro un desasosiego tremendo, es un vicio yo creo. Le pasa a muchísima gente por lo que vengo constatando en la calle.
Después de escuchar pacientemente sus respuestas le advertí: «Creo que no entendiste bien mi pregunta, espera, te la escribo en esta servilleta», y le largué el texto bien legible.
–Vaya por Dios, perdona, pues esto de leer en los labios depende del contacto total o parcial de los mismos y contigo no capté bien; repito que lo siento, menudo rollo que te solté y tú aguantando. Me preguntabas por La Sexta, menuda pelmada que te solté. Pues verás. La Sexta me encanta sobre todo por lo breve. Suelo ponerla los lunes solamente y tengo información hasta el viernes; diciéndome como cuando éramos niños que juntábamos cromos: «Ésa no, que la tengo repe». De primero a fin de mes dura la carga de La Sexta y no te digo los intermedios, me espantan y pienso Frankestein era una belleza.
–¿Y cómo andas de política tú que no oyes los zumbidos «pepistas, socialistos» y el rastrojo variopinto?
–Pues como no oigo, afortunadamente, a mí que me echen Adolfos y Felipes; Rubalcaba, «el neandertal-sapiens», o Chemari Aznar, «El aprovechado», sopas con honda en casita. ¿Lo oyen? Vale. Zapatero, un mediasuelas y punto. Sus libros «fua».
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