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Salud y «progreso»

14 de Febrero del 2014 - Luis González González (Argüelles (Siero))

Con frecuencia oímos o leemos en los medios de comunicación casos de fallecimiento de personas adultas en edad prematura, incremento de tumores en niños y proliferación de enfermedades de difícil tratamiento. En la mayoría de los casos hay un factor común sospechoso: uso intensivo del móvil e internet vía wifi. A lo que hay que añadir el uso indiscriminado de productos químicos tóxicos, por ejemplo en la limpieza doméstica.

Hace años las enfermedades originadas por amianto, tabaquismo, exceso de colesterol, etcétera, no se diagnosticaban con precisión en su etiología, lo cual causó una gran mortandad evitable. Actualmente hay un deterioro de la salud con la aparición de enfermedades de diagnóstico confuso e incluso está aumentando la incidencia de las enfermedades tumorales y cardiacas. Cabe preguntarse si estamos fallando en la etiología de estas enfermedades y no concedemos la debida importancia a la repercusión patógena de potentes tóxicos químicos y electromagnéticos.

Nos preguntamos qué hacen a este respecto los servicios de epidemiología, las autoridades sanitarias y los políticos. Todos parecen mirar para otro lado y lavarse las manos, desoyendo a la Organización Mundial de la Salud (informe del 31 de marzo de 2011), al Parlamento europeo (resolución 1.815), a los 2.800 estudios científicos independientes de Bioinitiative, etcétera.

Los ciudadanos, con nuestros impuestos, tenemos derecho a que se afronte con mayor rigor científico el origen de nuestras enfermedades y a que no se haga negocio con nuestra salud. Y también a que se investigue este «incendio» provocado por los nuevos tóxicos. Es evidente que no se deben despilfarrar los escasos recursos disponibles en estudiar cómo evoluciona el «fuego». En vista de los resultados desalentadores, lo que racionalmente procede es invertir en evitar el «incendio», es decir, en minimizar la exposición de los ciudadanos a los agentes nocivos químicos y radioeléctricos.

Los responsables de nuestra salud quizás están maniatados por el vil metal de lucrativas industrias que venden un progreso de inciertas y tal vez nefastas consecuencias. ¿Hasta cuándo estaremos sufriendo esta negligencia sanitaria y un derroche de recursos que llenan los bolsillos de ciertas multinacionales?

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