Un ángel protector
Desde este espacio que brinda a los ciudadanos LA NUEVA ESPAÑA quiero dirigirme a todos los lectores, pero especialmente a los destinatarios de mi agradecimiento infinito: la unidad de ictus del HUCA. La sanidad pública, la que es de todos porque la pagamos todos con nuestros impuestos.
La época que vivimos es difícil, sí. Recortes en muchos servicios que nos indignan, pero mi experiencia es que, pese a ello, todavía hay espacios donde los profesionales haciendo filigranas ante esas reducciones logran hacer prácticamente milagros.
Desde hace no poco tiempo mi marido padece una enfermedad neurológica que nos ha hecho pasar muchos momentos en el HUCA, en la unidad de ictus. Mi esposo es dependiente. Ha necesitado un tratamiento caro, altamente costoso. Se trata de un tratamiento de inmunoglobulinas. Cuando crees que por recortes y demás todo se te viene encima, aparece un ángel protector. En mi caso fue el doctor don Sergio Calleja, jefe de la unidad de ictus. Desde aquí no podría expresar todo lo que siento en mi interior como gratitud. Eterna es mi gratitud a este médico. Ha sido y es médico, excelente profesional, pero, además, en todo este tiempo nos ha mostrado su lado más humano: el lado del médico que acaba su jornada laboral, pero te llama a tu teléfono para interesarse por el paciente; el médico que te informa del tratamiento y su coste, pero que te garantiza una solución porque están para curar enfermos, personas cuya dignidad está por encima del valor económico. ¡Gracias, doctor Calleja! Su atención profesional hacia mi marido y hacia mi familia, su preocupación humana por nosotros, me resulta impagable. Desde aquí lo proclamo públicamente.
Pero sería injusto no mentar a otras personas porque el doctor Calleja tiene un equipo. No está solo. Él solo no hubiera podido. Doctora Benavente, doctora Montse: gracias por vuestra ayuda, por vuestra consideración y vuestro trato humano. Siempre atentas, siempre animando. La sexta planta del equipo de neurología del HUCA se convirtió para mí casi en mi hogar durante más de siete meses. Allí, también y durante ese espacio de tiempo, Dolores y Patricia, médica y enfermera, ponían las máquinas para el tratamiento de mi marido, Paco, con gran cariño y humanidad. Y junto a todos los citados no puedo olvidarme de tantos profesionales de la sanidad que trabajan denodadamente para mejorar nuestra calidad de vida: gracias también al personal de dirección, a la secretaria de dirección, a los profesionales de enfermería y a los auxiliares, a los trabajadores de administración y servicios, a los trabajadores del servicio de limpieza. Gracias, en definitiva, a nuestro Sespa y a la Seguridad Social.
Todos, desde ese ángel protector del doctor Calleja hasta el último, son receptores de mi agradecimiento. Hoy día el estado general de Paco, mi marido, ha mejorado. La inmunoglobulina le ha dado un poco más de calidad de vida. Era un tratamiento caro, muy caro..., pero ahí, en el HUCA, estabais todos vosotros. ¡Gracias a todos!
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