Vox
Con esta denominación, un nuevo partido nace en el ruedo político carpetovetónico, que se define de centro-derecha. Su fundador, Santiago Abascal, se va del PP, en el que era un peso pesado y hombre de confianza de Rajoy, que ha decepcionado a sus seguidores, a sus votantes, a todos cuantos creyeron en él, en sus promesas, en su programa electoral, que se pasó por el arco de triunfo al no cumplir lo prometido. Además de otros populares –se supone que se va a producir una tremenda desbandada–, se ha ido con Abascal Ortega Lara, liberado por la Guardia Civil de aquel largo y criminal secuestro. Por cierto, que esta operación fue dirigida por el hoy general de Estado Mayor José Ignacio Laguna, jefe de la Benemérita en Guipúzcoa entonces, en sustitución del general Galindo. Y Laguna, como capitán, mandó la compañía de la Guardia Civil en Mieres, como en su día comentamos aquí.
Suponemos que lo de Vox quiere decir «vox populi», la voz del pueblo, un pueblo, como el nuestro, que está hasta los cataplines de tantos partidos –crecen como hongos por todas partes, por todas las ideologías– y de toda su política partidista e ideológica y, en tantos casos, con el estigma de la corrupción y la mamandurria. Hala, vengan partidos, vengan políticos, excelencias, señorías, los que sean y, como consecuencia, vengan también la pasta gansa, sueldazos, dietas, prebendas y cuanto pringue se pueda caer, siempre con la salvedad de contadas y honrosas excepciones. Y el ciudadano de a pie, el currante, el votante –decepcionado por sus representantes–, a seguir chupando crisis, paro, recortes, impuestos y una destrozada paz social, angustiado y preocupado porque presiente que todo va a terminar muy mal.
Y una vez más, aquí, obviando toda ideología política, uno expresa su único ideal. Ni izquierdas ni derechas, sino todo lo contrario: un pueblo en paz, unido y solidario.
Ricardo Luis Arias
Aller
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