Queluz, el Versalles portugués
En 1747 el infante Pedro, futuro rey Pedro III, encarga al arquitecto Mateus Vicente de Oliveira la construcción, a veinte kilómetros de Lisboa, de un palacio de verano, pero el terremoto que sufre Lisboa en 1755 va a desviar la actividad de este artista hacia la reconstrucción de la capital. Por ese motivo es el francés Jean Baptista Robillon quien continúa con el encargo de la construcción del pabellón de dos plantas de estilo versallesco, similar también a los palacios que en España erigieron los Borbones en Aranjuez o la Granja, así como otros muchos erigidos por los monarcas europeos del siglo XVIII en diversas naciones.
Queluz, concebido inicialmente como residencia veraniega, para sustituir a la de Sintra, con instalaciones ya obsoletas, acaba siendo la sede permanente de la corte de la reina María I, después de que se añadiese una tercera fase de estilo rococó, que le da el aire definitivo. Con jardines franceses e italianos, estanques, escalinatas y azulejerías exteriores, en el interior destaca su salón del trono, que evoca la sala de los espejos de Versalles, con techos muy ricos, cariátides y arañas de cristal. Las salas de embajadores, de don Quijote, de las Meriendas, de los Azulejos y de la Guardia Real son también muy destacables, en mármoles, maderas, pinturas y composiciones murales de azulejos.
Los esplendores de un Portugal que vuelve a enriquecerse con su colonia de Brasil –después de que hubiese perdido las de Oriente, ante Inglaterra y Holanda– se han manifestado especialmente en la capital y en sus alrededores con este y otros suntuosos palacios de la dinastía de los Bragança. Y con todo el acompañamiento de su corte, que también enriqueció la luminosa, amable y benigna comarca entre el Tejo y el Atlántico, que hoy acoge, además, numerosas urbanizaciones residenciales, polígonos, grandes superficies comerciales y ciudades o villas satélite de la gran Lisboa, como Amadora, Oeiras, Parede y otras, además de la propia Queluz.
Ángel García Prieto
Oviedo
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