La luz de Colloto se apaga
He vivido en Colloto prácticamente toda mi vida. En este pueblo, que se fue haciendo y creciendo poco a poco, gracias a la multitud de fábricas que teníamos alrededor. Donde trabajaron generaciones de padres y, después, sus hijos.
En los tiempos en que la sirena del Águila Negra nos avisaba que ya terminaba el recreo en el colegio donde estudié, un sonido que todavía recuerdo, cuando miro a la fábrica año tras año y la veo derrumbarse poco a poco. Creo que hace tiempo que no vienen aquellas cigüeñas que arreglaban su nido todos los años. Ahora tengo que ir preparándome para contemplar derrumbarse también la Coca-Cola, la fábrica donde mi padre y tantos vecinos trabajaron toda su vida. De la que toda una generación que seguimos residiendo aquí se sintió orgullosa. La fábrica donde prácticamente todos los niños asturianos visitaron con el colegio alguna vez en su vida.
La Coca-Cola, que anunciaba con el viejo pino de la entrada repleto de bombillas de colores que se acercaba la Navidad. Cómo explicarles a nuestros hijos y nietos dentro de unos años que hubo un tiempo en que los vecinos presumimos de vivir aquí y que hubo otro en que todo se fue apagando poco a poco. Como las luces del pino, como la sirena de la fábrica y su olor inconfundible y porque nunca más regresó la pareja de cigüeñas, que probablemente hayan muerto ya, como todo lo demás. Aunque lo único que jamás nada ni nadie nos quitará son los recuerdos y la nostalgia de ese pasado que ya nunca volverá.
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