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En recuerdo de Pedro Valdés

1 de Febrero del 2014 - Luis Carlos Méndez Fernández (Tapaia de Casariego)

Hola, ¿qué tal?, ¿va todo bien?, ¿seguís funcionando? ¡Hay que aguantar y tirar para adelante como sea! Si necesitas algo en que yo te pueda echar una mano, ya sabes dónde estoy, eh.

Más o menos, ésta era la forma como siempre me saludaba al llegar a Tapia en cuanto me veía.

Desde hace ya bastantes años, tuve la fortuna de conectar con él y siempre se me ofreció de forma desinteresada. Cuando le conocí personalmente, iniciaba su periplo por estas tierras, escogiéndolas como su segundo lugar de residencia. Venía con sus dos hijos aún niños (Pedro y Loreto) y, desgraciadamente para él y ellos, ya no contaban con el apoyo insustituible de la madre, asumiendo él todas las funciones -de padre y madre-, estando siempre pendiente y volcado con ellos en todos los aspectos. No me cabe la menor duda de que lo hizo magistralmente, el resultado es evidente: dos hijos maravillosos a los que adoraba, fruto de su constancia, de sus desvelos, de sus privaciones personales. Pero tenía muy claras sus prioridades y, además, se le veía muy satisfecho con la compañía de sus hijos. Con razón podía estar muy orgulloso de la labor que en este sentido ejerció. Todo ello, sin olvidar además sus muchas obligaciones en su trabajo diario como profesional en una entidad bancaria, donde también me consta era muy valorado y apreciado.

Yo no voy a narrar ni sus aspectos laborales ni deportivos, de sobra reconocidos, en los cuales brilló con luz propia -aparte de que habría personas mucho más cualificadas que yo para tales comentarios-, pero sí puedo hablar de la persona que era, sencilla, modesta, discreta, amable, servicial, de una gran humanidad. De todo ello sí que pueden estar orgullosos sus hijos, hermanos y amigos, a los cuales dejó un profundo vacío por su repentino e inesperado fallecimiento, pues auque todos sabíamos que había tenido un duro achaque, con este fatal desenlace no contábamos, sobre todo después de haber dejado definitivamente el trabajo.

Él, desde hace ya bastante tiempo, venía a Tapia en cuanto podía, donde se sentía como uno más, se había ganado el cariño de sus gentes. Venía en busca de sosiego y descanso, paseaba con su perro, disfrutaba de la naturaleza, gustaba de charlar con todas las personas. Desde su casa, disfrutaba de unas panorámicas excepcionales, desde donde se contemplan unas puestas de sol únicas. No hace mucho tiempo, había comprado una nueva embarcación, pues los paseos por el mar y la pesca eran otras de sus aficiones que le ayudaban a relajarse. Después de su reciente jubilación, seguro que tenía pensado dedicar el mayor tiempo libre de que disponía, además de a su familia, a sus aficiones preferidas: la pesca y el deporte.

Pedro, quiero darte las gracias por haberme brindado tu amistad y dejarme compartir algunos momentos de tu vida. Además de a tus hijos, a todos nos dejaste un poco huérfanos (hermanos, amigos, vecinos, antiguos compañeros), pero también quiero decirte, aunque de sobra lo sabías, que toda la dedicación que tuviste con tus hijos estoy seguro de que no caerá en saco roto. Ellos también son merecedores de lo mejor y, aunque son muy jóvenes, no te defraudarán. Aunque físicamente tú te hayas ido, tu luz no se apagará y siempre los iluminará. Como tú siempre me decías, a ellos se lo transmito: ¡hay que tirar para adelante!

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