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Ganaderos, sí, ¡y a mucha honra!

7 de Febrero del 2014 - Elena Villamil Pérez (Boal)

Sonido de «chocas» y tractores, vacas, caballos, ovejas, olor a estiércol, a silo y trabajadores que no descansan sábados, domingos ni festivos. Ése es el ambiente que se respira en muchos pueblos asturianos donde la actividad fundamental es la ganadería.

A raíz de una noticia publicada en este periódico donde se narraba cómo un hombre fue herido en su cuadra por una vaca, he leído en redes sociales todo tipo de ofensas hacia los ganaderos y la gente de pueblo. Empezando por decir que maltratan a las vacas y ellas se vengan, y siguiendo con insultos como «retrasados» o «de cultura montuna». ¿Realmente saben lo que están diciendo? No, incluso llegando a burlarse de un accidente de este tipo. ¿Se reirían si un trabajador de «oficina y olor a colonia de marca» se lesiona? ¿Lo insultarían por eso? Tampoco, ese trabajo es más respetable para ellos ¿o qué? Para mí, todos iguales.

El trabajo en el campo tiene sus riesgos laborales y es tan duro y digno como el que más. ¿Acaso no saben con su «cultura urbanita» que una vaca puede embestir aunque sea un animal doméstico? Pues mira lo que aprendieron ahora, no es que se vengue de nadie. También está muy rico el entrecot bien cocinado de los restaurantes o el que se compra en el súper. Y los huevos camperos, que salen del culo de una gallina, ¿lo sabían? Todo esto sale del trabajo, cuidado y tiempo que los ganaderos dedicaron a sus animales antes de que ellos lo metan en la boca.

Muchos nacidos en familias de ganaderos fuimos a la «city» a estudiar. Sobrevivimos a ese mundo de ruido, contaminación y «glamour» al que, por suerte, no estábamos acostumbrados en la infancia. Al volver al pueblo no nos importó ser ingenieros, maestros, electricistas o soldadores, que para «tomar» una vaca que escapa del prado o ir a la hierba seca siempre estamos dispuestos. Y si no hay trabajo, al pueblo, que nunca nos faltará un buen plato casero en la mesa. Pero, sobre todo, y lo más importante, que ni ciudad, ni pueblo, ni cultura ni conocimiento nos llevan a perder el respeto a trabajadores de otro sector ni a sentirnos superiores a nadie.

Con mugidos de vaca de fondo (¡y a mucha honra!), un saludo desde Boal, mi pueblo, a esa gente que intentó con sus retrógradas opiniones desprestigiar el digno y humilde trabajo de los ganaderos. También a la Real Academia Española por mantener en el Diccionario como tercera acepción de la palabra «aldeano»: inculto, rústico. ¡Premio! Adjetivo utilizado por muchos «cultos sin conocimiento» para referirse despectivamente a la gente que vive en el pueblo y más en concreto que se dedica a las labores del campo. Ahí queda eso y allá cada uno con su educación.

Elena Villamil Pérez

Boal

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