Tiros por la culata
Leo en LA NUEVA ESPAÑA reacciones encontradas con respecto al embarazo de riesgo que supone la abortable ley del aborto. Esa ley con la que el actual PP, haciendo gala de sus tardos, vacilantes y acomplejados (más que dialogantes) modos, ha revuelto (seguramente para nada) el acomodaticio, paradójico, detrítico y frecuentemente pútrido sedimento de la cultura del aborto como derecho positivo de la humana condición y gran avance de la civilización posmoderna. Pretender entrar en el fondo del fango exigiría que todos los contrarios al aborto, sus partidarios y la ralea de oportunistas pusiéramos las cartas sobre la mesa en una prueba de transparencia, honradez y coherencia lógica y ética (agnóstica) de nuestros criterios sobre valores, libertad, responsabilidad, vida y muerte. Me quedo pues en las poses, que son más divertidas y exigen menos implicación y complicación intelectual y moral.
Por una parte, y proveniente de la banda más liberal de la progresía, podemos leer lamentos por la ausencia de la juventud –con su bagaje de fertilidad, «cálidas morbideces y firmes turgencias» (Marcial Lafuente Estefanía illo tempore scripsit)– en el convoy de la esperanza que trató de reconquistar Madrid para la causa.
Y por otra, ahora desde la banda más purista del conservadurismo democrático (supongo que en un sistema plural, tan necesario y respetable como el progresismo), leemos también airadas protestas por la agresión más patética y antiestética que devastadora sufrida por el cardenal Rouco Varela, recientemente abordado folclóricamente por un grupo de Femes, autoidentificadas por vía de sinécdoque como chonis, chochis o coñis. Creo que lo peligroso de esta mascarada y otros experimentos coactivos no está tanto en los actores como en el incoherente, irresponsable y peligroso regocijo de quienes siempre juzgan la legitimidad de la algarada, la presión, el escrache, la coacción y la burla de personas, instituciones, ideologías y religiones según de dónde venga (y barrunto que lleva años viniendo mayormente de la misma banda). Pero ésa es otra historia. La eterna historia de este país tan progresista y de tan lento progreso.
Lo de la caravana ferroviaria pudo quedar voluntarista y discretamente burgués. Sin embargo, y en época de igualitarismos, poco creo que haya más machista –sector rancio, gañán y cutre– que utilizar el dimorfismo sexual de la especie (humanos y humanas, ya saben) como arma o argumento, usando a las bravas las tetas como reclamo, baliza, freno o tiro de carretas. Supongo que este buen monseñor, más que miedo al pellizco o tentación crepuscular de la carne, sentiría vergüenza y satisfacción. Vergüenza ajena por el nivelazo de intelectualidad, talla y sostenibilidad de la protesta. Y benévola satisfacción al poder reafirmarse íntimamente en las bondades de su celibato.
Julio L. Bueno de las Heras, Oviedo
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