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Bajas prohibidas en la sanidad

17 de Febrero del 2014 - Ana María Rodríguez Fernández (Rebollada)

Hay un refrán que dice: «A la fuerza, ahorcan». Estamos en una sociedad donde todo vale, y la ambigüedad en la que vivimos hace que jueces, políticos y periodistas disfracen las cosas interpretándolas como ellos quieren. PSOE, IU, PP, la banca y los sindicatos nos robaron el bienestar social, cargándose la clase media y hundiéndonos en la miseria. Nos metieron la tolerancia hasta la médula y nos atemorizaron con una crisis que ellos mismos provocaron.

Rajoy criticó a Zapatero por los recortes, prometiendo bajar los impuestos, pero en cuanto «subió al altar» hizo todo lo contrario. Y no me vale lo de la herencia recibida, aunque sea verdad. ¿Es que el jefe de la oposición no sabe cómo está el país? Mientras alcaldes, diputados, etcétera, algunos con graves imputaciones, permanecen atados a la silla un montón de años, a espaldas de la crisis y sin que se hayan tocado sus privilegios, al sufrido pueblo, que no tiene culpa de nada, lo despojaron de todos sus derechos: algunos tan importantes como la sanidad, la justicia, la vivienda y un trabajo digno. La gente se pregunta: ¿cuándo nos devolverán lo que nos quitaron? Por desgracia, nunca; sobre todo si seguimos con este pasotismo aceptando el horrible acoso al que el Gobierno nos tiene sometidos. ¿Saben ustedes que las llamas pueden devorar un bosque centenario en un solo día? ¿Qué queda de una casa quemada en la que el fuego destrozó de golpe el sudor de toda una familia? Eso fue lo que hicieron con nosotros. Así también gobierno yo. No soy partidaria del odio y la violencia, pero la impotencia que padecemos nos incita a ello. El bienestar social que disfrutamos estos últimos años no nos lo dieron por la cara bonita. Se consiguió a base de arduas y encarnizadas luchas callejeras, con disturbios, revueltas, tumultos y muchos hechos desagradables entre policías y manifestantes. Cuando hay pan para todos, reina la calma, pero si a ti te quitan el tuyo para dárselo a otros que ya tienen bastante la cosa puede acabar muy mal. Está claro que por las buenas no se consigue nada, y aquí el que va por el libro tiene todas las de perder, pues por desgracia las leyes españolas amparan descaradamente la delincuencia. Y a los hechos me refiero. Ya sé que la prepotencia de la mayoría absoluta les avala. Pero no calienten demasiado la olla, no vaya ser que les explote en las manos. La gente desahuciada y empobrecida llena el ambiente de crispación. Después del incumplimiento electoral de Rajoy, ¿a qué profeta vamos a creer en las próximas elecciones por bueno que nos parezca? La desigualdad se disparó hasta el punto de que gana tanto una persona en un día como otra a lo largo de todo un año. ¿A qué les suena esto? ¿Estamos volviendo al Tercer Mundo? ¿A las tan criticadas políticas bananeras?

El ejemplo de Burgos puede ser la primera chispa de algo que está a punto de estallar. Todos vimos con asombro cómo alcaldes y demás autoridades gastaron el dinero en multitud de obras inútiles y faraónicas, enriqueciéndose enormemente, en vez de dedicarlo a crear puestos de trabajo. Ya sé que pagan justos por pecadores y que hay honrosas excepciones, pero tiraron demasiado de la cuerda y se les puede venir el techo encima. ¿Acaso piensan que en España no puede haber una sublevación como la de Ucrania o las «primaveras árabes·? ¡No estén tan confiados! Y ahora, referente al titular de esta carta, tengo que decir en primer lugar que siento nostalgia de aquella sanidad de Suárez, entonces ya casi universal y más gratuita y humana que la que tenemos hoy, amén de unos sindicatos que no estaban maleados y que defendían a los trabajadores porque vivían de sus afiliados.

La señora Ana «Mato», ministra de Sanidad, haciendo honor a su apellido, está exterminando la sanidad pública, convirtiéndola en un tremendo caos, con profesionales mayores, cansados, abatidos y terriblemente desmotivados. Y la puntilla fue la prohibición de las bajas médicas, sancionadas con un importante descuento en la nómina. Ahora los «mileuristas», que son la mayoría, no pueden ponerse malos pues dicho castigo salarial les impediría llegar a fin de mes, exponiéndose además a perder el puesto de trabajo. La gente va a los hospitales con fiebre, gripes, neumonías, etcétera, etcétera, contagiándose entre sí y, lo que es peor, también a los pacientes. Esto es una muestra del disparate que estamos viviendo. Total, que acudes a un centro para curar una enfermedad y puedes volver con otra mucho peor, como puede ser la terrible gripe A que campea a sus anchas, segando cada vez más vidas. Los enfermos ingresados son los más vulnerables, porque tienen menos defensas y pasan por muchas manos, salas, quirófanos, aparatos y demás útiles. Hasta hace poco los mismos médicos daban las bajas a la gente infectada para evitar males mayores. Si por lo que se ve no se fían de los facultativos, pongan más inspectores y no condenen a la gente a trabajar con patologías contagiosas, invalidantes y, a veces, graves. Pero la ministra «Mato» no se conforma con eso. Aparte de un copago injusto, ahora se ceba con los enfermos crónicos y de cáncer obligándoles a pagar parte de su costosa medicación, ambulancias, etcétera. ¿Habrá crueldad mayor? ¿Cómo se puede machacar así a esas gentes angustiadas por los problemas que padecen?

Señores del Gobierno, adelgacen la Administración, por donde se escapa todo el dinero. Rebajen sus sueldos y sus prebendas. Asuman también ustedes la crisis y pónganse al lado de aquellos que están sufriendo sus desmanes y sus corruptelas. Espero que sin tardar mucho unas leyes independientes y justas les obliguen a restituir lo robado y el daño causado.

Amén.

Ana María Rodríguez Fernández

Rebollada

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