El obispo Uriarte, con respeto
Una de las fundamentales misiones de los sacerdotes y del obispo es llamar a la reconciliación por medio del arrepentimiento y del perdón, para restablecer la virtud de la caridad allí donde ha sido lesionada. Esto y no otra cosa es lo que siempre hizo y sigue haciendo el obispo Uriarte.
Por otra parte, amar al país donde uno vive y con el que se siente identificado es una virtud cívica y cristiana que practican clérigos y laicos que nada tiene que ver con el nacional-catolicismo.
El nacional-catolicismo coincide con una teología-política que se creó para dar cobertura ideológica a la dictadura del general Franco, abonando los delirios imperiales de un sistema inmovilista y totalitario que decía ser la reserva espiritual de Europa.
Los curas progresistas y los cristianos de base ayudaron a liberar las mentes que no veían la necesidad del pluralismo social e ideológico que se vivía en las sociedades modernas y democráticas.
Esos mismos curas progresistas intentaron, entre incomprensiones, luces y sombras, conciliar los signos de su tiempo con los valores perennes de los Evangelios. Y junto con algunos obispos, entre los que destacó el gran cardenal a quien denostaban con gritos de Tarancón al paredón, contribuyeron para que la transición política fuera posible y pacífica.
Esos mismos curas progresistas se manifestaron siempre misericordiosos, comprensivos y respetuosos con quienes por motivos personales emprendieron caminos divergentes y se posicionaron en opciones diferentes.
No es mucho pedir que sean tratados con parecida comprensión. Pues de bien nacidos es ser agradecidos.
José Ramón García Fernández
Ex capellán del HUCA
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