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El Muséu del Calderu

16 de Abril del 2014 - José Luis Regadera Sejas (Oviedo)

Tras las declaraciones de la actual ministra de Fomento en su última visita a nuestra región para hablarnos de la dificultad que supone la invasión de torrentes de agua en los túneles de Pajares; después de lo publicado en LA NUEVA ESPAÑA y «El Comercio» sobre la dificultad del sellado de aquéllos, y a la vista también de las declaraciones del mayor «alargador» de nuestra región –conocí a un jubilado, ya fallecido, que siempre le llamaba Trapín, nunca sabré si por error o intencionadamente–, que nos dio mil plazos, no cumplió ninguno de los que iba retrasando y los pide ahora al actual Gobierno, cuando no fue capaz ni tuvo arrestos ni valor –la palabra «cojones» la dejo para más adelante– de pedirlos al anterior, de su mismo partido y varios años en el poder, llego a la conclusión que encabeza este escrito.

Y no la alcanzo por lo que digo en el párrafo precedente, no, qué va, llego a ella por algo mucho más sencillo.

Tal parece que no tenemos, si hacemos caso de la Ministra, técnicos ni ingenieros capaces de combatir con garantías aquellas fugas de grandes dimensiones.

¡Cómo cojones nos van a convencer de lo contrario si el ejemplo más palpable de incapacidad, dejadez y desidia, supongo que las tres también dependientes de Fomento, lo tenemos en Oviedo: la estación conjunta de Renfe-Feve!

Desde su inauguración, y con las primeras lluvias, ya se observó la filtración de agua –desde la propia Losa y desde la cubierta construida en ella sobre la entrada a ambas estaciones– a través de las numerosas juntas, cayendo sobre sus escaleras de acceso, tanto mecánicas como convencionales, andenes y prácticamente sobre todas sus instalaciones.

Dicen por el oriente de Asturias que el agua «tien el jocicu muy afiláu», dicho que se traslada al resto de la región en frases similares.

Pues, eso, que «mete el jocicu» por las juntas y sigue su trayectoria, no se para, busca salida... y la encuentra.

Y si desde entonces –pasaron ya varios años– han sido incapaces de encontrar una solución para el sellado de las juntas, obra menor, ¡cómo cojones, insisto en la expresión, la van a encontrar para los túneles de Pajares, sin duda obra mucho más compleja y exigente!

Nada, nada, no habrá AVE, son incapaces, porque si no la encontraron para lo fácil, ya me dirán para lo complicado y costoso. Y aquí –en Pajares, quiero decir– no vale recoger el agua en recipientes.

Lo digo porque en la estación de Oviedo se encontró al menos una «solución técnica proporcionada al problema»: la colocación de recipientes en el suelo para recogida de agua en aquellos sitios en los que tienen constatada la existencia de goteras por filtraciones.

Y al final no me parece tan mala solución, si al menos le damos un sentido.

Ya que nuestros gobiernos regionales plagaron la región, derrochando y dilapidando todo lo habido y por haber, de museos fantasma, costosísimos, la mayoría en desuso, cuando no en ruinas o ya derribados, propongo uno en la estación de ferrocarril de Oviedo, gratuito, además, y con entradas y salidas por arriba, Losa, y por abajo, nuestra principal calle, Uría: el Muséu del Calderu, para que suene más asturiano.

Pido por ello la colaboración desinteresada de todos los asturianos que deseen prestarla, para lo que no tienen más que acercar y facilitar a los responsables de Fomento, ADIF, Renfe, Feve, Ayuntamiento, Principado (en todas cuyas dependencias se habilitarán espacios para el depósito y registro de los facilitados) –para colocar bajo las goteras– aquellos calderos que puedan tener cierto valor «histórico», «artístico», «artesanal» y/o «fabril», no esa porquería que nos ponen ahora de plástico, ¡qué ordinariez! Seguro que todavía quedan de aquellos pintados, de porcelana y metal, que colgaban en tantas y tantas casas.

Además, si logramos la aportación de muchos, en mayor número que las goteras, que no sé si será posible, mejor que mejor, porque cada semana se podrían ir alternando, y así dispondríamos de un museo siempre actualizado y que no cansaría la atención de los visitantes, porque, seguro, no es lo mismo ver los mismos calderos todos los días que verlos y recrearse en la contemplación, el análisis y el comentario, renovados por semanas.

Vas al Museo del Prado, o a otros, más de una vez y, coño, siempre los mismos cuadros y esculturas, cansan y aburren, y encima pagas.

Pero cuando vengas a la estación de Oviedo, o la visites, varias veces y en cada ocasión veas calderos distintos y de colorido y ambiente cambiantes puede ser de un atractivo turístico innegable, más siendo gratuito y de fácil y rápido recorrido, nada cansino y, por supuesto, en absoluto aburrido.

Y todavía mejorable si, además de estrictamente calderos, lo completamos con otros recipientes capaces de recoger y contener el agua. Se me ocurren, a modo de ejemplo, que seguro también quedan viejas reliquias por nuestra geografía regional: baldes de latón –nada de plásticos, reitero, es muy ordinario y cutre–, jarrones, bateas, jofainas, palanganas o aguamaniles (pueden completarse con su correspondiente jarra); bacines (orinales altos); bacinillas o bacenillas (bacines bajos o pelelas), bidones, lecheras, medidores, vasijas...

Entre todos los asturianos podemos sacar este museo adelante, claro que sí.

Traslado esta idea a nuestros ilustrados y altamente cualificados políticos regionales –y nacionales– y no cobro por ella, es gratis también.

Si acaso, y como leve contraprestación que se me nombre –a dedo, eso sí, como se estila en política–, director del museo, con facultades para designar mi equipo colaborador en la selección, estudio e inventario de los calderos más idóneos. Y crearía algún puesto de trabajo –alguien tiene que encargarse en plantilla de vaciar los calderos cuando estén llenos–. Vacío que se haría en los retretes de las propias estaciones de Renfe y Feve para una mejor y más completa evacuación de los «residuos, desechos y fluidos humanos».

¿Sueldo? Nada, hombre, «piquiñín», me conformo con que sea como el de cualquier otro cargo «digital», creo que me arreglaría.

Se me olvidaba, ya ajeno al museo, esto para ver si logro el apoyo de nuestros políticos a la investigación científica: como no sé quién diseñó –ni quién dio el visto bueno al proyecto– esos recovecos en alturas que la estación tiene, a los que no es posible –o al menos resulta muy dificultoso– acceder ni siquiera para limpiarlos y, observando día a día a mi paso desde hace meses la descomposición de una paloma muerta, de cuyo «cadáver» al parecer nadie se quiso hacer cargo para honras fúnebres, se aproveche para estudiar «el tiempo y efectos en la descomposición y putrefacción de las aves». Aquí sí que no me ofrezco para nada, ¡que me da un asco...!

José Luis Regadera Sejas

Oviedo

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