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Hay que acabar con el todo gratis

12 de Marzo del 2014 - Miguel Braña (Oviedo)

«Hay que acabar con el todo gratis», le dijo aquel hombre a aquella mujer.

Escuché esa frase de un hombre trajeado en el ascensor de mi antiguo edificio, fue al comienzo de la crisis, sobre 2009, todavía gobernaba el Partido Socialista. Recuerdo que el comentario me ofendió muchísimo, porque no era un comentario casual, no se lo dijo a la mujer en el tono normal de la conversación, lo sentenció, como un dogma, como algo que debía asentarse en el imaginario colectivo. Yo no supe qué responder, me quedé frustrado, en silencio y maldiciendo.

Hay que acabar con el todo gratis. No supe qué responder en aquel momento, hace 5 años me interesaba poco o nada la política, asumía que la evolución del país siempre sería hacia adelante, que aunque hubiese recesiones habría progreso. En aquel momento mi conciencia política no la dirigía yo, sino los «mass media», los partidos, los políticos... Antes de la crisis, la conciencia política se había subcontratado a estructuras de poder y se había alejado de la gente, de cada individuo, de cada comunidad.

Hay que acabar con el todo gratis. Pero vino el 15-M y nos mandó un mensaje a los sujetos pasivos de la política. El 15-M nos dijo: si no nos preocupamos por lo que hacen con nuestro modelo de sociedad, vendrán ellos, que no representan los intereses de la mayoría ciudadana que sufre y está puteada cada día, y nos la cambiarán, así como la manera de relacionarnos y de sentir.

Jamás pensé que aquel «Hay que acabar con el todo gratis» fuese el comienzo de la inoculación del virus. Con el que todos los derechos son convertidos en mercancía. La sanidad, la educación, los servicios sociales, los servicios públicos, en general.

Hoy ya no puedo encontrarme al hombre en el ascensor porque hace tiempo que cambié de casa, pero hoy sí sabría qué responderle, no me quedaría frustrado en silencio y maldiciendo. Le diría que cómo que es gratis. Nada es gratis. La sanidad, la educación, los servicios sociales y todo los servicios públicos son un gran coste, con los impuestos que pagamos todos y con el esfuerzo y trabajo de los profesionales del sector público, y a su vez un gran beneficio para toda la sociedad que permite el progreso de la misma en su conjunto.

Nada es gratis, señor mío, y, puestos a mirar rentabilidad, mire usted primero la rentabilidad social que supone que la sanidad, la educación, la justicia, los servicios sociales y el resto de servicios públicos conviertan mercancías en derechos.

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