En auxilio del Naranco
Leyendo la sección «El otero», de Carlos Fernández Llaneza, del día 12, rememoro mi relación con el Naranco y comparto la urgente llamada de auxilio de nuestro monte.
Mis primeros recuerdos van unidos a nombres de ciclistas como Perurena, López Carril, Miguel María Lasa o Laguía, por citar los que primero me vienen a la memoria (al Tarangu no pude verlo en aquella histórica etapa de la vuelta del 74 porque tenía clase y no tuve el valor de pirar), que en aquellos equipos, Teka, Kas, Bic, Reynolds, hacían las delicias de los que nos agolpábamos en la orilla para verlos demarrar en las últimas rampas y después emularlos con nuestras pesadas bicicletas.
Más tarde vendrían las tardes de balón y tortilla en la recuperada área recreativa, antaño campo de tiro, ya con mis hijos.
Y desde hace unos años, los paseos por la nueva senda que pasa por el Pevidal, en la ladera norte, la de más belleza por conservar mejor su estado natural.
Animo a conocer y disfrutar este privilegio que tenemos en Oviedo a los que aún lo ven lejano y sin interés. Pueden llevarse una sorpresa.
Conozco la mayor parte de los caminos y muchas veces he subido, con sol, lluvia, niebla y siempre he encontrado satisfacción en recorrerlo y contemplar la vista que ofrece.
Pero el progreso va dando dentelladas que dejan grandes cicatrices. Me viene la imagen de aquellos dibujos animados en que el protagonista corría desesperado, mientras que el malo persiguiéndolo abría sus fauces para hincarle el diente y en el último momento la diosa Fortuna evitaba el mordisco en las posaderas.
Esperemos que al Naranco, como protagonista de nuestra ciudad, también le salve la diosa Fortuna del olvido y las agresiones, evitando heridas irreparables, porque aún le queda mucho que ofrecernos.
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