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Asturias sal del pozo; deja de picar

7 de Marzo del 2014 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

En 1956 la Asociación de Académicos Socialdemócratas de Munich convocó una serie de conferencias bajo el título: «La revolución de los robots». Todos destacaron que la automatización encierra peligros catastróficos, pero también promesas. Que sería necesario un control público capaz de adecuar correcta y racionalmente las estructuras sociales y económicas a las personas. Unas personas que con baja jornada laboral y enfocadas hacía una constante actividad formativa global e integral, con gran participación social, tendrían no sólo que adaptarse a los cambios, sino que promoverlos, y así: colaborando, facilitarían su autodesarrollo; siendo creativas, lograrían su libertad; usando la automatización, conseguirían un trato digno y equitativo para el próximo. Claro que primero haría falta tener esa automatización y la cultura que la hace posible. Sin embargo: fallaron las instituciones (sobre todo las sindicales) y creamos la catástrofe.

Con la devastación de la segunda guerra mundial del siglo XX, alcanzado ya el desarrollo tecnológico del control de información y de la cibernética, con la mujer no abandonando los sistemas productivos e incorporándose masivamente a ellos, los procesos de automatización con el consiguiente abaratamiento de costes que permiten lanzar nuevas líneas de productos que se hacen populares: el automóvil, toda la línea blanca del hogar, así como el desarrollo de una industria alimentaria automatizada, junto a la aparición de las TICs y los móviles, lo tuvieron fácil con la expansión: aumento de salarios y tiempo libre con los yacimientos de empleo en el sector servicios y en el sector del ocio abierto hasta el amanecer, desapareciendo el empleo en el sector industrial, aunque siga siendo el generador de riqueza, ahora eso sí, con robots produciendo. Con la robotización y las fábricas sin luz, con el trabajador de cuello azul muerto y el de cuello blanco en extinción, con la maduración de los mercados, vislumbrando límites al crecimiento expansivo, llega la verdad: o se asume este fenómeno claro, obligatorio, necesario y muy positivo como una revolución pacífica a realizar con una reestructuración profunda y social, o pasaremos como un país más, al conjunto de los subdesarrollados con barricadas y muertos en las calles, como en las revoluciones del sentido tradicional.

La automatización hará posible la formación empleos o actividad como autónomos que, con trabajo asociado y minifábricas altamente robotizadas como puestos de trabajo, trabajando en red colaborando entre sí, conseguirán mercados mundiales para su producción. Es decir: ha comenzado la gran revolución global de la creatividad. Sin embargo, los sindicatos y las instituciones obsoletas vuelven a equivocarse, abandonaron a las pymes con la mayor masa laboral, no promovieron ni promueven desde ellas el trabajo asociado y la colaboración, pero sí colaboran estrechamente con las grandes empresas multinacionales buscando su supervivencia cómoda y su necesidad mutua de control de un obrero alienado para que no alcance su liberación. En plena era de la revolución global y la robotización, proponen y promueven aprendices a la carta para sus empresas. Es decir: quieren monitorizar y programar a jóvenes como robots, sólo útiles para un específico puesto de trabajo. Piensan que así las multinacionales obrerístas de su entorno no necesitaran reconvertirse en empresas globales transnacionales que, transformadas en nódulos de producción altamente automatizados, apenas generarán empleos y que, los que generen, serán de alta cualificación con formación global e integral. Cuando esto ocurra, que ocurrirá, ¿qué será de esos jóvenes y de una sociedad que estafó a su juventud interior dos veces: la primera con la mentira de la construcción y la segunda con una falsa formación a la carta? Formaran barricadas en tanto la exterior se perderá para siempre. Ni por asomo crean que así los accionistas globales de las transnacionales, apostarán por este lugar para instalar sus nódulos de producción altamente robotizados sólo necesitados de construcción y mantenimiento, sino vean lo que está ocurriendo: Suzuki, Tenneco, Coca-cola...

Con casi un 100% de deuda pública (transferida del sector privado por mentira y engaño también), nuestro dinero no podemos destinarlo a financiar chiringuitos de AASS irresponsables para que sigan picando en el pozo que nos hunde, ahora que repuntan brotes verdes, no podemos caer en el mismo error. Si quieren hacerlo, que lo hagan con sus propios medios económicos institucionales, y si lo hacen con su dinero bajándose salarios y beneficios, que recuerden los irresponsables sindicatos que abandonan así a las personas para aprovechar su momento de gloria liberado y prejubilado, que la formación debe ser a la carta de la persona: global e integral y picando alto, que no la del interés de la empresa, que también.

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