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Unamuno, Honoris Causa en Oxford

12 de Marzo del 2014 - Angel Lozano Heras (Oviedo)

A principios de 1936, en febrero, Miguel de Unamuno llegaba desde el Canal de la Mancha a la estación Victoria, en Londres, para asistir a su investidura de doctor honoris causa por la Universidad de Oxford. Un Unamuno ya anciano con 72 años y algo cansado para viajes largos, pero feliz de visitar Inglaterra y recibir este homenaje académico de gran prestigio internacional.

Acompañado por su hijo mayor Fernando atravesó el canal en chaqueta y chaleco, preocupado y muy agobiado por las etiquetas o galas de los actos académicos y burocráticos en los que tendría que intervenir. A Unamuno le aterrorizaba que se rieran de su atuendo pueblerino. Ya sabe que le tengo proverbial horror a la etiqueta o gala de esas ceremonias Creo que le pareceré un aldeano, especialmente en Inglaterra tierra del gentlement, amigo Ramón leal, fiel amigo

Y proseguía en sus cuitas, este humano y sobrio Unamuno, confesando a Ramón Pérez de Ayala, que era el anfitrión principal y a la sazón embajador español en Londres, designado por el Gobierno republicano de Azaña: Pero ahora viene lo más engorroso y que usted, que creo me conoce algo, habrá de entenderlo. He llegado a eso que se llama «tener cosas» y a pasar por un tanto extravagante y aún shoking* (estridente). Y me duele mucho ser tratado como excepción. Y al caso. Fui a París a la inauguración del Colegio Español en compañía de Blas Cabrera, José Ortega, Cierva y otros, y no sabe usted los ratos que pasé avergonzado así de mí mismo. Todos se portaron conmigo no ya correcta, sino afectivamente, pero en ciertas comidas de etiqueta o gala yo aparecía como un aldeano. En el homenaje que se me hizo al jubilarme la cosa no fue tanto, pero salí decidido a no volver a enmascararme. Este año fui invitado a Portugal y me sucedió lo mismo, en los banquetes seguía pareciendo como un aldeano. Pero no puedo, es una verdadera enfermedad. Ponerme a tono o a forma con los demás me costaría una verdadera angustia. Como que es esto no se me ría usted una de las cosas que más me impide resolver a hacer mi ingreso en la Academia Española, en la que somos varios usted entre ellos los que estamos a la puertaY lo que me duele es que se crea que es afán de singularizarme. ¡No! No voy a andar vestido de charro o de aldeano vasco como Tolstoy de mujic, pero...

Las pocas veces hace años en que me rendí sé lo que sufrí. Y ahora, con la edad, es una enfermedad incurable. Y cuando me dicen: «Usted puede ir adonde quiera, como quiera, porque usted es usted», creyendo halagarme me hieren. Es una de esas cosas que más me atosigan.

Fue acogido en la embajada española por Pérez de Ayala, cariñosamente, pero con excesivo lujo de criados, habitaciones, espejos, butacas y frascos con superfluos adornos, para la austeridad de Unamuno.

Zozobras domésticas aparte, Miguel de Unamuno, rector vitalicio de la universidad salmantina, gran pensador, literato y poeta español, impartió infatigable, más de seis conferencias y asistió a tertulias y comidas con intelectuales, jóvenes profesores, catedráticos y alumnos en Londres, Oxford y Cambridge. En Inglaterra mostró sus grandes dotes de creador literario y removedor de ideas, figura central de la Generacion del 98.

También departió sus conocimientos filosóficos y políticos más actuales con los jóvenes universitarios del King´s College en la típica taberna londinense Old Cock de Fleti Street.

Unamuno les hablaba sin notas, con las manos cruzadas a la espalda, o engolfadas en los bolsillos de la abierta chaqueta, o colgadas de las solapas, viéndose por debajo el alzacuello azul oscuro que era el jersey de lana, alto de cuello que vestía frecuentemente. Hablaba en tono menor, pausadamente, y la voz débil, envejecida, imponía silencio.

Se presentó ante ellos como un viejo liberal, raza paleontológica a extinguir en la España de entonces. La segunda república española, algunos políticos y partidos, le habían decepcionado. Su idea de república y revolución honda, popular y madura saltaba en pedazo ante sus ojos. Y su espíritu liberal acongojado contemplaba en España el choque de los dos bloques llamados populares, Acción Popular y el Frente Popular: ¿Populares? -escribe Unamuno- ¿y quién les impide llamarse así, aunque ello contribuya aún más la confusión que reina y gobierna en este manicomio suelto que es hoy España? Hay en Unamuno un repudio a la barbarie de la revolución y de la contra-revolución, de los Hunos y de los Hotros, a partir de la victoria con mayoría absoluta del Frente Popular, en febrero de 1936, y de la fuerte radicalización de las derechas. Y según Unamuno era expresión de la misma barbarie patológica del país.

Y llegó el 29 de febrero la ceremonia de investidura como doctor honoris causa en Oxford. Unamuno, iba ataviado con un gran hábito rojo y bonete del mismo color-, rodeado de maceros y músicas, en rito tradicional del siglo XVI. Tola la comitiva recorrió las calles -bosques de piedras doradas de la ciudad de las agujas de ensueño- hasta el salón gótico de grados de la universidad, donde le esperaban cientos de doctores, vicecancelario, diplomáticos y jóvenes universitarios, una oleada de levitas, calzones cortos y medias negras.

El importante profesor y filósofo Isaiah Berlin de la Royal Academy conoció en Oxford a Unamuno. En un carta a su amigo el poeta Stephen Spender le cuenta que El señor Miguel de Unamuno ha dado una conferencia aquí y me ha parecido un hombre espléndido, mezcla de Anatole France, del embajador Fleuriau y de Mazzini. Nos ha explicado que estamos demasiado oprimidos por la Historia como para ser capaces de actuar, demasiado debilitados por el peso del conocimiento del pasado como para hacer otra cosa que no sea dudar; que tal vez Rousseau tuviera razón y nuestra sociedad necesite algún tipo de nueva barbarie, etc., para liberarse de las ataduras

La Guerra Civil española estaba a punto de estallar, pero para el gran pensador liberal, ruso de origen, inglés de adopción, fue como preludio y ensayo de la II guerra Mundial. Y en todo el mundo especialmente en Europa- los equilibrios de poder y libertad que supone el parlamentarismo cotizaban a la baja; como, por cierto, sucede de nuevo hoy en día, esta vez acosado por el directorio económico y por los peligrosos utopismos de la democracia directa.

¿Qué hubiera pasado, se preguntan muchos de los estudiosos unamunianos, si estos homenajes y el doctorado honoris causa de Oxford se hubiera celebrado meses más tarde, en junio o julio de ese 1936, y la guerra civil española hubiera pillado a Unamuno en Londres?

Angel Lozano Ovioedo

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