Fin de curso, final de colegio
Han pasado trece años desde que un 19 de septiembre de 1996 mi hijo comenzara su andadura escolar en el colegio Virgen Milagrosa de Oviedo. Escogí este colegio porque teníamos como referencia la experiencia vivida por la hija de unos amigos, y por supuesto si la de ella fue buena, la de mi hijo resultó ser inmejorable. Por ello con esta carta quiero aprovechar para agradecer a todas las hermanas que forman la congregación del colegio de Oviedo, así como a todo el profesorado por ellas seleccionado por la magnífica labor que desarrollan día a día en la educación de todos los alumnos en general y particularmente en la de mi hijo (con especial mención a las tutoras que le han correspondido porque han sido una pieza clave para él). Labor que se les plantea más que difícil porque en los tiempos que vivmos y según está proyectada hoy en día la sociedad han tenido la paciencia y el tesón de enseñarle, además de lo meramente académico exigido por el Ministerio de Educación, los valores de la vida, que son los tesoros más escondidos. Los valores ofrecen independencia y libertad; aumenta la capacidad de valoración y la capacidad de amar dándole a la persona la seguridad interior que necesita para librarse de determinadas influencias externas. A medida que desarrollamos los valores en nuestro interior, mejoramos la capacidad de relacionarnos con el mundo construyendo una vida llena de satisfacción. Probablemente sólo desde el ámbito familiar no seríamos capaces de conseguir todo lo logrado sin el apoyo del colegio.
Esta labor en particular y muchas otras realizadas por Las Hijas de la Caridad en el mundo les han llevado a recibir el merecido galardón del premio Príncipe de Asturias de la Concordia en el año 2005, premio del que todos nos hemos sentido orgullosos de tener en ese momento a nuestros hijos en el colegio, pendientes de ver las entrevistas sobre todo la de sor Raquel, que era en aquel entonces la directora del colegio.
También mi gratitud para Charo, que con su infinita paciencia y su acercamiento, sobre todo a los más pequeños (muy necesario para ellos en sus comienzos), ha colaborado en su adaptación.
Sólo tengo un pequeño contratiempo para expresar y es que mi hijo no pueda realizar en el colegio los dos años de estudios que aún quedan para terminar el Bachillerato y dar paso a la Universidad. Aunque soy consciente de que, por razones obvias, no puede ser.
Reitero mi agradecimiento y les envío ánimos para seguir con esta labor encomiable. Reciban todas y todos un entrañable abrazo de la madre de un alumno del colegio Virgen Milagrosa de Oviedo que ha terminado el período escolar obligatorio.
Inmaculada González Iglesias,
Oviedo
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