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El golf como deporte pijo

2 de Marzo del 2014 - Francisco Fentanes (Miudes)

Un Ayuntamiento del occidente asturiano ha desestimado la posibilidad de crear una escuela de golf municipal a coste 0 porque, en su opinión, es un deporte pijo.

No parece desatinado concluir que si para alguien el golf es un deporte pijo, sus practicantes serán pijos. Pegadito al razonado y contundente argumento va el insulto.

Digámosle al Ayuntamiento que, a la vez que a un servidor, ha insultado, con datos de primeros de mayo de 2013 a 85.790 madrileños, alrededor de 45.000 andaluces, casi 33.500 catalanes, aproximadamente 20.000 valencianos, unos 19.000 vascos, otros 15.500 castellano-leoneses, 11.000 gallegos y, en octavo lugar del ranking nacional de pijerío, Asturias, con casi 9.500 pijos. En total, en España hay, a esa fecha, un total de 288.315 pijos.

El fútbol, con 869.320, y el baloncesto, con 407.728, eran en 2012 los dos gigantes deportivos de este país con mayor número de practicantes federados, según el último informe del CSD publicado en ese año. La tercera plaza es para la caza, con 369.895 federados. Tras estas tres disciplinas, el golf era la cuarta potencia deportiva en nuestro país y la tercera en deportes que pertenecen al programa olímpico.

También, a fecha de 1-1-2013, consideran pijos a los 104.736 austriacos, 55.547 daneses, 750.004 ingleses, 422.761 franceses, 635.097 alemanes, 208.130 irlandeses, 388.493 holandeses y 482.476 suecos, por poner un ejemplo de países con un número respetable de pijos. A 4 de octubre de 2013 (Wantes Golf), hay en Europa un total 4,4 millones de pijos.

Resumiendo, que según la Federación Internacional de Golf (IGF), hay más de 60 millones de pijos repartidos en más de 130 países en seis continentes.

Pero entremos en detalles más cercanos. En Asturias, en datos del CSD, en el año 2012 había un total de 82.290 licencias deportivas. De ellas, como ejemplo, corresponden 20.699 al fútbol, 1.045 al atletismo, 4.641 al baloncesto, 4.096 al balonmano, 294 a los bolos, 6.666 de cazadores, 1.719 licencias de ciclismo, 1.871 a hípica, 4.218 a montaña, 1.282 a natación y 722 a piragüismo, por poner algunos ejemplos. Pijos en Asturias somos en esa fecha 10.312. Hay más pijos jugando a golf en Asturias que jugando a baloncesto, balonmano, cazando, andando en bici, nadando o remando en piragua. Vamos, que el 12,5 por ciento de los deportistas en Asturias son pijos.

En los años que llevo practicando esta actividad he tenido la oportunidad de compartir excelentes jornadas con gente de todo tipo de nivel social y procedencia. Médicos, carpinteros, ingenieros, guardias civiles, policías, carniceros o abogados. Y todos unidos por una sana afición a una actividad deportiva que, si se hubiesen tomado la molestia de informarse, ¡para qué!, no es más onerosa ni menos accesible que otras.

Y ya puestos, pijos son la gran cantidad de ayuntamientos que se han tomado la molestia, ellos sí, de construir campos municipales; sin ir más lejos Oviedo o Gijón, ¡qué pijos! Como pijos son, en su opinión, Abel Antón, Enrique Castro, Quini, Jorge Garbajosa o Arancha Sánchez-Vicario, por citar a algunos de los componentes del jurado del premio "Principe de Asturias" de los Deportes 2013, por tener la desfachatez de otorgar este premio a José María Olazábal, un grande del golf, es decir, un gran pijo.

Y pijos son también los 98 miembros del Comité Olímpico Internacional, que han decidido devolver, fíjese bien, devolver, la categoría de deporte olímpico al golf. El deporte pijo del golf fue olímpico en París en el año 1900, cuando deportes como el baloncesto o el balonmano no lo eran. Olimpiada pija debió de ser. Si la fortuna quiere que alguno de nuestros pijos golfistas logre una medalla en los próximos Juegos Olímpicos, alguno perderá las posaderas para hacerse la foto con el deportista pijo, pero con foto.

¿Tiene ese Ayuntamiento idea de los puestos de trabajo que genera esta pija actividad? Pues para que se hagan una idea, la Cámara de Comercio de Valencia publicó en 2010 un estudio, "Turismo de golf en España", en el que se dice que, en global, el gasto de turistas de golf en España en estas pijas actividades asciende a 965 millones de euros.

Pijos o pijas deben de ser también organizaciones como UNICEF, que todos los años, para recaudar fondos, celebra sus torneos por toda España, o las entidades de este tipo que acuden a este colectivo de pijos para poder ayudar a los enfermos o necesitados. O de las fundaciones benéficas que los pijos profesionales mantienen de su bolsillo.

Parecen olvidar los políticos responsables de tal decisión que la responsabilidad que voluntariamente asumen es satisfacer, en la medida de lo posible, el bienestar de la población objeto de su voluntaria dedicación, repito, voluntaria.

Ese Ayuntamiento ha hurtado a sus vecinos, incluidos los niños, por la inasumible cantidad de 0 euros, la oportunidad de practicar un deporte por la incontestable, rigurosa, argumentada y científica razón de que es pijo. Oigan, seguro que hay mil razones para no hacerlo, pero lo de que es un deporte pijo es de una riqueza argumental que deja mudo a cualquiera. Afortunadamente, para sus vecinos otros municipios cercanos no lo consideran pijo y han puesto a disposición de sus habitantes la oportunidad de practicar ese deporte. Hubo responsables que cumpliendo su obligación se encargaron de, primero, conocerlo y, después, acercarlo a la gente, de ofrecerle la posibilidad de practicarlo. El Ayuntamiento al que nos referimos, no, somos pijos.

Sin embargo, hay que estar agradecidos al Ayuntamiento autor de la sentencia porque sin su ayuda probablemente no nos habríamos parado a cuantificar de manera rigurosa el número de pijos que hay en este planeta, 60 millones, y así poder insultarlos de una tacada. Somos 60 millones de pijos. Pensando en sus intereses, 60 millones de votantes.

Los concejales de ese Ayuntamiento deberían informarse de la cantidad de pijos que hay entre sus compañeros de la política, incluidos los ámbitos progresistas. Sí, aunque no lo crea, se puede ser progresista y jugar al golf. Y espero que tengan el coraje de comentarles la opinión que tienen de ellos.

En fin, ni una letra más, la verdad es que creo que pierdo el tiempo, pero espero que recuerden, al saludarlos por las calles, cuando se acuerdan de la gente en período electoral y, sobre todo, al solicitar su voto, que varios, bastantes, convecinos y conocidos suyos pertenecen a este colectivo de pijos.

¿Quién será más pijo?

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