A la luz de una Candela
El pasado 16 de septiembre fue para mí el primero de veintiocho largos días de inmovilidad y riguroso reposo en una cama del Hospital Universitario Central de Asturias, el primero de otros tantos de viajes continuos desde Langreo para mi esposo, mis padres y mi hermana. Veintiocho días de sacrificio para todos, y también de tedio. Pero sobre todo de ilusión y de esperanza. Pasados esos días, un 13 de octubre venía a este mundo nuestra hija Candela con apenas siete meses de gestación y tan sólo 890 gramos de peso. Después de ochenta y tres días en la unidad de neonatología, en los que mañana y tarde tuve que desplazarme a Oviedo para alimentarla con mi propia leche, el día 3 de enero vino a casa para iluminar nuestras vidas y hacernos olvidar los malos momentos pasados hasta entonces. Aún seguimos acudiendo a revisiones cada quince días.
El milagro de Candela, que no es otro que el milagro de la vida, no hubiera sido posible sin la intervención de los maravillosos profesionales de la primera planta de ginecología y obstetricia del HUCA. Ginecólogos, pediatras, matronas, residentes, enfermeras y auxiliares que durante treinta y dos días de ingreso nos dispensaron, a mí y mi familia, un trato digno del mayor encomio y, también, a la unidad de neonatología y todo su personal porque sin ellos no hubiera sido posible que toda nuestra familia viva hoy, felizmente, al la luz de una Candela. A todos ellos les estaremos eternamente agradecidos.
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