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Diez años de la librería Don Quijote

6 de Marzo del 2014 - Rubén Franco González (Pola de Siero)

Se cumplen en este mes de marzo de 2014 (además de los diez años del brutal atentado terrorista contra España, y del que se ignoran multitud de datos fundamentales, habiéndose cerrado completamente en falso el asunto y so pena de anatematizar a los que osen poner en duda las contradicciones y mentiras de la versión oficial con el rótulo de conspiranoicos) los diez años de la Librería Don Quijote, regentada por el bueno de Luis. La librería es ya un clásico de la ciudad y su material ocupa un lugar en el corazón y, sobre todo, en las estanterías de sus clientes.

Entré por primera vez en Don Quijote en enero de 2007, y ello gracias a un conocido, que me desveló el lugar donde se hallaba. Yo, como bibliófilo, creía conocer todas las librerías de viejo, segundo mano, de lance o anticuaria de Oviedo. Estaba el gran Valdés (desde aquí, y aunque no haya efeméride, mi reconocimiento al buen hacer y amabilidad tanto de Valdés como de su esposa), Personajes y Galgo, que, aunque no era una librería abierta al público (venden por internet), permitían que uno entrara en el almacén de La Argañosa y echase un vistazo a los estantes, por si encontraba algo de interés (ahora se encuentran en Meres, tras haber pasado unos años en Granda). Esas eran las tres librerías de viejo propiamente como tales que conocía y pensaba que había en la capital asturiana.

Don Quijote se encuentra en un pasadizo, el que comunica las calles Covadonga y Caveda. No solía pasar por él, de ahí que desconociese la existencia de la librería. Puedo decir, sin dudarlo, que fue un feliz encuentro. Descubrí una librería magnífica. Ordenada temáticamente y con la mayor selección de la ciudad, por ejemplo, en filosofía. En Historia, temas de Asturias, Cine, Teología y Religión, Política y Divulgación científica también estaba estupendamente equipada. Eso sí, el fondo bibliográfico es básicamente el siglo XX, siendo raro encontrarse algo del XIX. En general tiene buenos precios, aunque como en toda librería de viejo te puedes encontrar sorpresas. Cosas valiosas muy baratas, y otras anodinas con precio sobredimensionado. Además estaba (y está, claro) los estantes de afuera, con libros a bajo precio, pudiendo adquirirlos a partir de cincuenta céntimos. Así, y por ese precio, nadie puede decir que comprar libros sea caro (como decía en su día Pérez Reverte, refiriéndose a la Cuesta Moyano de Madrid). Decimos comprar, ya que leerlos es gratis: para eso están las bibliotecas e internet quien pueda permitírselo. Lo que no hace nunca Luis es bajar los precios o hacer descuentos si uno hace una gran compra. El precio es innegociable. Otra cosa es que lo baje él, pero hacer no hace descuentos al comprador.

Luis ha luchado contra los elementos, pero, al contrario que La Armada Invencible, los ha vencido. Como el personaje que da nombre a su librería, sabe que más vale camino que posada. Y ha encontrado su hueco con esta humilde pero a la vez gran librería. Sobre todo, acogedora. Recuerdo que la segunda vez que entré, Luis me comentó que no le gustaba la gente que sin tener confianza con él empezaba a soltarle cualquier rollo, como si fueran amigos de toda la vida. Eso no era ninguna indirecta hacia mi persona, ya que yo no había cometido tal indiscreción, pero le dije que el ambiente libresco propiciaba a ello y, sobre todo, el ambiente cálido de una librería de viejo. Aunque estaba de acuerdo en que uno establece una tertulia con quien está a gusto, y no con pesados varios (que hay muchos, y en todos los lados). Asimismo, a modo de declaración de intenciones (y seguramente para ver por dónde respiraba yo), Luis me confesó dos cosas: que era contrario a la pena de muerte y que detestaba los ejércitos y las instituciones militares. Así empezó digamos nuestra relación de confianza, fortalecida a lo largo de los años mientras charlábamos sobre multitud de temas (con la música del tocadiscos casi siempre de fondo a modo de banda sonora) y ello a pesar de que no estoy capacitado para hacerlo en el terreno que él más domina y le apasiona: la música de los sesenta.

El sector de las librerías está sufriendo (como otros muchos) una crisis brutal, por lo que sobrevivir es muchas veces el objetivo. Eso hay que enmarcarlo en el proceso de reconversión en el que se encuentra el sector, una vez que la revolución de internet ha roto con todo y puesto patas arriba muchas cosas. Pero dejando en este momento eso de lado, hay que señalar que es un lujo y un placer poder contar con una librería como Don Quijote en Oviedo, donde poder encontrar siempre libros o revistas interesantes (y no nos olvidamos ni de los vinilos de los melómanos, ni de los deuvedés de los cinéfilos). En años atrás constituía toda una rutina de la tarde de los lunes el asistir a una conferencia-reunión, bajar a la librería de Luis a charlar y comprar algo, y luego ir a la sesión de los lunes del Filarmónica, cuando se encargaba de organizar los ciclos Bonifacio Lorenzo, no los lunes adulterados de quienes han usurpado ese horario y ese público.

Por citar algunos ejemplos, he de decir que en Don Quijote he comprado ejemplares de las revistas Nickel-Odeon, El Basilisco o Astur Cinema, la primera edición en español de La Paz Mundial del kantiano presidente Wilson, las Obras Completas de Platón o La Metafísica Presocrática de Gustavo Bueno.

Es de justicia escribir estas líneas recordando la labor de Luis y su librería. De otro modo, quizá pasase desapercibido. Además, la modestia y timidez de Luis (unido en los últimos tiempos a un estilo callahaniano) tampoco ayuda a ello (hace años, la TPA quiso grabar en la librería para la serie aquella en la que se mostraba en qué consistía cada profesión, tal como la del taxista o la del policía, pero tras unas pruebas infructuosas, Luis acabó declinando la invitación, por considerar artificial el mantener una espontánea charla con el foco de la cámara alumbrando a los clientes. Y ello pese a que le hubiera dado publicidad a su local). Dentro de diez años alguien deberá volver a escribir este recordatorio, quizá cantando con Gardel aquello de que veinte años no es nada. Larga vida a Don Quijote, amigo Luis.

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