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Ministro Fernández, menos pelotas

6 de Marzo del 2014 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

Últimamente estamos viviendo acontecimientos dramáticos en el sur de España, donde centenares de inmigrantes se juegan la vida por entrar en la Unión Europea. Por desgracia, en esta reciente ocasión 15 de ellos que precisaban ayuda, fueron recibidos con "salvas de ordenanza", con pelotas de goma y disparos de fogueo y murieron ahogados y, otros que alcanzaron la orilla, fueron deportados a Marruecos. Estos hechos nos llenan de tristeza y enorme sentimiento. La muerte de gente que expone su vida buscando un futuro mejor para ellos y sus familias, no pueden dejar indiferente a nadie y mucho menos a los de una tierra como Asturias, que en distintas épocas ha visto partir a muchos de sus jóvenes llenos de esperanza, sí, es cierto, pero con inmenso disgusto e incertidumbre en el futuro.

En la actualidad--hoy mismo--, están tratando de llegar a Ceuta y Melilla, frontera sur de Europa, después de una larguísima caminata por los desiertos africanos, miles de muchachos subsaharianos desnutridos, medio desnudos, algunos enfermos y casi todos ellos agotados.

La Comisión Europea pide explicaciones, los partidos políticos españoles en la oposición exigen dimisiones y el Gobierno defiende su actuación. Asistimos a una indecente polémica política en la que todos utilizan de forma vergonzante e hipócrita la inmigración para vapulearse, sin que se escuche una propuesta seria y realista que aporte soluciones a esta creciente presión migratoria, que seguro va a ir a más porque África seguirá desgarrándose por el hambre y las guerras civiles, que es otra de las causas de la huida de muchos nativos.

Lo que ocurre en Ceuta y Melilla no es distinto de lo que sucede en Lampedusa, pongo por caso, y los políticos saben que la solución al problema trasciende a España y a cada uno de los estados receptores de inmigrantes. Las duras medidas de control en las fronteras para salvaguardar el orden establecido ni acabarán con las mafias instaladas en los países africanos ni frenarán el drama de la inmigración irregular. "En mi hambre mando yo", decía un legendario cantaor flamenco, pero no es exactamente así, el hambre manda sobre los que la padecen y les invita a saltar todas las barreras que les pongan por delante.

Y mientras tanto la UE mira para otro lado, aunque las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla sean tan europeas como son Paris o Berlín. España, como siempre, en medio de un Norte opulento y de un Sur famélico.

Son muchos los que sostienen que la solución pasa por invertir en origen para mejorar las condiciones económicas en África. Y seguro que no están descaminados, pero esto no es más que una simple quimera porque el mercado africano es poco atractivo para el gran capital que, en lugar de invertir en ese continente, más bien lo esquilma.

Alguien escribió que "en materia de inmigración ilegal no hay inocentes, todos somos culpables". Ciertamente, todos nos escandalizamos ante la violación de los derechos humanos en Ucrania o en Siria, mientras somos profundamente insolidarios con los inmigrantes a los que demonizamos como si fueran los culpables de todos los males de nuestra crisis, esa crisis que hemos creado nosotros mismos.

Aunque fuera por su propio interés, Europa en general y España en particular, deberían buscar otra forma de gestionar esos movimientos anárquicos y clandestinos de la inmigración irregular. Porque es muy difícil poner puertas al hambre y al éxodo de los huyen de la miseria en busca de un horizonte de esperanza y estabilidad personal.

Concretamente España no puede seguir dándoles la espalda, construyendo muros con cuchillas o dejándoles que perezcan en el mar. Sería un verdadero pecado de obra y omisión. Involucrémonos pues de una forma más humana en el problema.

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