¿Nos dejará sin voz el teléfono móvil?
Hace poquitas fechas, en una cafetería del centro de Oviedo, tuve la oportunidad de disfrutar de la atmósfera, tanto del establecimiento como la que impregnó la amena charla con un café como nexo: acogedora e instructiva.
En ese rato con mi contertulio, Alberto, desgranó varias historias, con la actualidad como fondo, que yo compartí con mucho entusiasmo.
Y una de las cuales se refería al impacto que los teléfonos móviles están haciendo desaparecer el encanto de la sobremesa.
Alberto repasaba y rememoraba conmigo esas antaño veladas, reuniones o encuentros con la mesa y el mantel como centro de la escena.
Tras esa cena o almuerzo, siempre gastronómicamente delicioso momento, se recreaba esa magia, donde la conversación llegaba para quedarse en el lugar donde los postres hicieron la última delicia de la mesa.
Un café, un habano (cuando se permitía en los locales) con un chupito de licor se convertían en el mejor prólogo ante una mejor tertulia.
Ahora, lamentablemente, con los móviles, tan tecnológicamente avanzados en muchos recursos, todo esto se ha perdido.
Qué mejor ejemplo es comprobar cómo en una mesa con cuatro comensales ya no hay ninguna comunicación entre ellos.
Casi, sin llegar a sentarse, lo primero es apoyar su respectivo soporte móvil entre los cubiertos y, sin llegar a pedir o mirar lo que contiene la carta, empiezan a rebuscar en los entresijos de su estructura. Y si son todos los que poseen uno, la imitación se convierte en un acto común, plagado de silencio, sólo interrumpido por el sonido de las teclas.
Parece increíble pero la realidad supera a la ficción. La capacidad de la conversación, la emotividad de la palabra y la elegancia de todo ello se está perdiendo.
He llegado a ver a gente acomodarse en una terraza, pedir una consumición y ponerse a chatear con el móvil y ¡no dirigirse ni una sola palabra entre ellos!, hasta que se marchan.
Panorama duro y triste que se nos ofrece. El consuelo es que aún quedan lugares donde poder ejercer y disfrutar el don de la conversación, además de contar con tertulianos como mi amigo Alberto.
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