En defensa de La Travesera de Picos
Las formas y condiciones en que se practica el montañismo evolucionan y, en cierta manera, se diversifican. Así, desde hace unos años, es muy común la celebración de carreras de montaña por toda Europa. Aquí, en España, una de las pioneras es la Travesera de Picos, que cumple su undécima edición y que organiza el GM Ensidesa de Gijón. La Travesera es una prueba muy especial, pues supone un reto deportivo considerable al salvar grandes desniveles (13.400 metros acumulados), pero, sobre todo, porque se recorren los tres macizos de los Picos de Europa y eso para cualquier montañero tiene un significado especial. En esta edición, las autoridades del Parque Nacional plantean una serie de condiciones, entre otras la de limitar la participación estrictamente a 250 personas. Y la imposibilidad de aumentar este número compromete, por razones de organización, la celebración de esta prueba.
La Travesera es una marcha de montañeros, en régimen de semiautosuficiencia, que no propone ninguna actividad nueva a la que se viene practicando en el Parque desde hace muchos años. Lo prueba la amplia red de senderos y de refugios de montaña que encontramos en este espacio. Eso sí, es una mecha muy bien organizada, donde se fija el recorrido y se lleva un seguimiento de dorsales y tiempos de paso con el objeto de controlar el desarrollo de la prueba y la seguridad de sus participantes.
Soy muy aficionado al montañismo y he tenido la suerte de participar en todas sus ediciones (excepto en una por razones laborales) y nunca he pensado que pudiera causar ningún conflicto con el entorno. Se marcha con bastante discreción y ordenadamente (bastante tenemos con nuestro esfuerzo) y en grupos reducidos (dos o tres personas) y muy dispersos: entre el primer y el último de los poco más de doscientos participantes que la completaron el año pasado transcurrieron 11 horas. Y el carácter competitivo se reduce, básicamente, al reto personal de acabar la prueba y hacerlo en el tiempo que a cada uno le permita su preparación.
No tiene nada que ver con espectáculos deportivos como la Vuelta Ciclista. Ni tampoco tiene el impacto del más de millón y medio de turistas que visitan el Parque anualmente sin ninguna restricción en sus movimientos. En cualquier día de verano se concentran mucho más de 250 personas en la Ruta del Cares, Teleférico de Fuente De, Lagos de Covadonga o Bulnes, por no mencionar la romería de coches en la pista de acceso a Pandébano que, supuestamente, es de uso exclusivo ganadero. Si lo único que molesta es que La Travesera está planteada como una prueba deportiva, entonces se trata de un problema moral y no ambiental.
Deberíamos fomentar el senderismo en cualquiera de sus formas. Nuestro estilo de vida moderno nos ha hecho olvidar que estamos adaptados anatómica y fisiológicamente para desplazarnos a grandes distancias, ya haya sido para cazar, recolectar o migrar y nuestra supervivencia y evolución como especie ha dependido en gran medida de ello. Cada vez más entendemos el deporte como un espectáculo y nuestros hábitos de movilidad, en especial urbana, son absolutamente coche-dependiente. No es extraño, entonces, que el senderismo y el sobrepeso sean una epidemia.
Gregorio Llana Suárez, doctor en Biología
Gijón
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