Asesinos en el monte
Ante la espeluznante noticia publicada en este mismo medio sobre la trampa que le costó un accidente a un ciclista esta semana, y como ciclista ocasional y caminante empedernido, quisiera aportar algunas reflexiones.
Algunas personas, llamémoslas así, consideran que el campo es suyo. Da igual que sean ganaderos, cazadores, y no digo que todos los ganaderos o cazadores sean así, que todo hay que aclararlo. Los argumentos que suelen esgrimir estos acémilas son tan peregrinos como siempre se hizo así y otros más endebles. La larga trayectoria terrorista de este país nos debería tener inoculado en lo más profundo que no hay lugar para el asesinato indiscriminado por defender lo que se cree derecho, llámese nacionalismo, religión o paso de vacas. Porque cruzar un alambre de espinos entre dos árboles a sabiendas de que por allí pasarán ciclistas es exactamente igual que colocar un paquete de Goma-2 en los lavabos de un aeropuerto. Lo que varía es la potencia del arma, no la intención aviesa de hacer daño al azar.
De manera que no sólo espero de la ley y la justicia que caigan sin contemplaciones sobre semejantes criminales que lastiman a la convivencia ciudadana, espero, también, que en sus entornos no quepa la menor justificación. Si un ciclista, motorista o caminante incumplen alguna norma hay caminos legales para defenderse y sancionarles. Hemos construido y debemos proteger una sociedad que se vale de reglamentos para regular los derechos de todos. Actuar por cuenta propia, como en este caso, de una manera indiscriminada, atentando contra la integridad de inocentes, es inaceptable y merece el mayor castigo posible.
Es mi deseo que este incidente se aclare cuanto antes y ojalá no se solvente con una multa de mierda que anime a otros descerebrados a actuar de igual manera asesina. Pero, insisto, más allá de la ley, debe imperar una ciudadanía sensible que sepa situarse inequívocamente del lado correcto. El silencio, la justificación, la relativización, y no es necesario señalar, son los colaboradores necesarios de todo crimen.
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