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La marca Coca-Cola y las políticas

17 de Marzo del 2014 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Piensen lo que es quedarse sin empleo, que se rompan las relaciones de toda una vida, la angustia, la amargura, la familia, piensen en lo que es quedarse sin cotizar a la edad que más se necesita. Pues bien, corresponde a la sociedad arreglar todas estas cosas para que esto no sea tan preocupante: exigir compensaciones a las empresas y sensibilidad a los gobiernos; pero no deben culpar a otros de una situación en la que ellas mismas se han colocado: corresponde a los dirigentes velar por las personas y a las personas elegirlos. La automatización de los procesos no es cosa nueva aunque en Asturias parezca cosa de otros. Podemos malgastar energías en correr contra la máquina y perder, o podemos correr junto a ella y ganar: como proponen Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee en «La carrera contra la máquina» 2011; aunque antes otros nos avisaron de las consecuencias como Adam Schaff en «¿Qué futuro nos aguarda?» de 1985 y, anteriormente en 1956: A. Walther, F. Pollock, A. Marchionini, F. Releer, y Alfred Weber en: «La revolución de los robots». No sólo el músculo puede ser robotizado, también los procesos de gestión y control pueden llevarnos a situaciones en las que las fábricas sin luz serán mantenidas y dirigidas por técnicos cualificados que, hablando con robots desde la orilla de la mar a través de androides como Siri, se encargarán de todo.

Al principio de los noventa del siglo pasado me dijeron que Coca-Cola había encargado el proyecto de una planta capaz de embotellar todo el consumo europeo. No era creíble por cuestiones logísticas, pero el informador dijo que: proyectos y prototipos se hicieron y las botellas no se veían de lo rápido que iban. Visibles o no, ese tipo de planta embotelladora ya es posible: ¿puede Coca-Cola negarse al desarrollo tecnológico y no instalar este tipo de plantas para luego perderlo todo? No; las instalará y comenzará a hacerlo unificando zonas con potencial logístico como ya ha hecho con España y Portugal. Luego, progresivamente, cerrará las viejas embotelladoras dejando sólo los almacenes para distribución, estrujará la producción de las restantes (viables sólo temporalmente) y preparará la construcción de una de nuevo cuño y alta gama. Téngase en cuenta que: «la distorsión del costo de la mano de obra (nulo en las fábricas sin luz) puede justificar mayores distancias de transporte» como nos advierte Alfred Weber en «Teoría de la localización de las industrias» de 1909. La marca Coca-Cola lucha a nivel mundial por su supervivencia: ¿tienen las políticas sindical y social la agilidad de moverse en lo global uniéndose entre sí con visión de futuro para anticiparse a los acontecimientos? Si se preguntase a los directivos de Coca-Cola sobre nuestras posibilidades, ¿creen que dirían: «no comprendemos como todavía haya emprendedores que piensen en emprender desde Asturias»? No, porque, como industria de la alimentación que son, saben ver nuestras potencialidades agro-alimentarias. ¿Alguien les ha preguntado si con su alto potencial comercial podrían invertir en un «proyecto nuestro» (si lo hubiese) de industria agro-alimentaria altamente automatizada para generar riqueza y cooperar con nosotros dándonos actividad? Pues me temo que no.

El capital, haciendo lo que le corresponde y usando el desarrollo tecnológico, progresa escandalosamente en beneficios; el trabajo pierde escandalosamente empleo e ingresos. ¿Están las políticas sindical y social reconociendo que el obrero ha muerto y el empleado de cuello blanco se extingue; están haciendo propuestas de un cambio de sistema que sea una evolución y no una drástica vuelta a políticas que ya tienen sobradamente contrastado su fracaso? No, que nos hayamos enterado.

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