El plagio

24 de Marzo del 2014 - Ángel Lozano Heras (Oviedo)

¡Maldita manía la de apropiarse de lo ajeno y presentarlo como propio, queriendo dar el pego! Copy and paste, el corta-pega, o sea, el plagio, es algo muy común entre nuestros estudiantes, nuestros compañeros universitarios y entre periodistas, literatos y políticos que escriben en medios de comunicación. Es una práctica demasiado arraigada en las actividades escritoras e investigadoras de los españoles.

¡Cuántas veces, demasiadas, se acude a beber a la fuente, a la originalidad de la idea u obra, para absorberla sin contemplaciones! Antes Encarta, y ahora Wikipedia, son los dos manantiales del corta-pega en internet. A veces son párrafos enteros que navegan por Safari, Mozilla, Firefox, Google Chrome o Internet Explorer hacia el ordenador personal y de ahí a nuestro editor de textos.

¡Control+C, Control+V, y el dossier, artículo o trabajo de clase se elaboran y escriben ellos solitos!

Siempre se han hecho trampas y se ha copiado en exámenes, novelas, tesis, dossiers, artículos de prensa y trabajos de clase... Ahora la informática facilita la labor copista, pero también facilita el control de estas estafas, descubriendo las apropiaciones ilegales y a los plagiadores. Cada día, cada hora, se realizan plagios a mansalva, de músicas, de textos, de imágenes, de ideas, de marcas, incluso de patentes y de la propiedad intelectual.

Hay quien justifica algún tipo de copieteo académico, como los trabajos de curso, por la fuerte presión de los profesores al exigir, en poco tiempo, demasiadas tareas por escrito y por plataformas de internet. Algunos, incluso, llegan a afirmar que el plagio es compartir y transferencia de conocimientos (!!!). Famosa es la frase de W. Mizner/R. Cummings sobre los límites del plagio: Cuando se toman, se apropian, cosas de un autor es plagio, pero cuando se toman muchos autores es investigación (!!!).

Varios de mis colegas, profesores universitarios, algunos catedráticos, me dicen que si la fuente es citada, el copiado -el remedo literario o investigador- es lícito. Bien, lo que pasa es que existen muchos textos publicados en los medios de comunicación y en las investigaciones (especialmente digitales) que están cargadas, repletas, de citas ¿Y la creatividad del autor, dónde está? ¿Cómo consigo que mis alumnos abandonen su vicio de tijera y pegamento? El plagio académico está a la orden del día; ya es una lacra en la investigación, en la publicación de artículos en revistas científicas, y en los trabajos de fin de grado. No llegará la sangre al río, pero ante los acérrimos defensores del derecho de autor y los permisivos transmisores de conocimiento, copistas, hay un término medio. No vamos a hacer como el ministro de la porra, Jorge Fernández Díaz, poner mallas anti-trepa y drones para cazar a los plagiadores en la mosquitera metálica de las herramientas, aplicaciones y programas informáticos, para detectar el plagio.

Para atajar estos comportamientos y reducir el riesgo del plagio entre nuestros estudiantes, además de denunciar y combatir estas apropiaciones de lo ajeno como delito de robo debemos educarlos para la creatividad, innovando nuestras metodologías docentes. Ya algunas universidades españolas, alertadas por la proliferación del plagio entre el profesorado y alumnado, están elaborando un reglamento sancionador para evitar estas conductas fraudulentas del copy-paste, que supone un procedimiento de degeneración de la exigencia docente e investigadora de la Universidad.

La prensa alemana, al destapar la actividad plagiadora de algunos de sus políticos, también ha denunciado que en España el copieteo de lo ajeno campa a sus anchas. Afirman que el plagio académico, unido al nepotismo y a la endogamia universitaria, barruntan el actual desprestigio y deterioro de la Universidad española.

Conocí hace un par de años a un plagiador, que además era político y tenía un buen cargo en cierta autonomía. Plagiaba él o lo hacían sus negros del servicio administrativo. Lo identifiqué de casualidad porque, indagando por internet artículos relacionados con el tema de la educación universitaria, me topé con uno, dos, tres, cuatro y hasta quince textos fusilados de arriba abajo por él durante tres años. Plagiaba de todo: informes, anuarios, textos de ponencias, discursos, etcétera. Y para más inri nos lo vendía -lo publicaba en medios de comunicación- como algo innovador, original. Eso sí, dentro del 99% del plagio había al menos un 1%, una o dos frases a lo más, que eran creativas, de propia cosecha, bien al comienzo del artículo, bien a final. Y eran de este estilo: Como es sabido por todos... o Esto es lo que dicen los expertos. A raíz de estos buceos por Google, Books, Amazon y otros buscadores descubrí a otros individuos insolidarios y predispuestos a la trampa del plagio (políticos, investigadores, profesores, gestores de empresas públicas y privadas, etcétera).

Pero lo que nunca ha plagiado, ni él ni ninguno de sus colegas políticos adláteres, son las medidas adoptadas en otros países sobre educación, sanidad, ciencia-investigación, crecimiento económico, empleo, países y políticos que sí miran por el bienestar del ciudadano.

En cierta ocasión, en una encuesta sobre la percepción del timo plagiador me preguntaron si plagia más un casado o una persona soltera. Pero la verdad, nunca se lo he preguntado a mi político plagiador: no sé si es casado o no. Me pareció un dislate que me hicieran esa pregunta.

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