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El pensamiento cautivo

17 de Marzo del 2014 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

Fue el premio Nobel Czeslaw Milosz quien utilizó dicha expresión como síntesis de transformación psicológica que afectó al pueblo polaco y, especialmente, a sus intelectuales y artistas, durante la larga ocupación soviética, y que pudo aplicarse a todos los países de dicha órbita y a la propia URSS. La fidelidad, siquiera aparente, a la Nueva Fe y al «realismo socialista», evitaba problemas mayores.

Había que desconfiar de todos, tener cuidado con lo que se decía y con lo que no se decía, como el no expresar la adhesión al sistema, aunque se estuviera en contra. Esa reserva íntima y ambigüedad calculada –el «Ketman Ético»– conducía a una escisión de la personalidad que obligaba a estar muy alerta para expresar sólo lo políticamente correcto y no las verdaderas convicciones: «Antes de que una palabra salga de la boca deben calcularse las consecuencias. Una sonrisa que despunta en momento inoportuno, una mirada inapropiada pueden dar lugar a sospechas y acusaciones», pues la delación era la gran virtud.

Aquí no hemos llegado a eso, pero dada la expansión del pensamiento único, hay que tener cuidado de no pasar la línea roja, a nivel de algunos medios, y en el ámbito social de instituciones corporativas donde el pensamiento unificado predomina, y la disidencia conduce a la exclusión.

Sin embargo, este tipo de pensamiento cautivo, aquí en gestación, no es aún el predominante, aunque en algunos medios, y sobre todo en el cine, nos lo están inculcando, tratando de moldear la ética y la estética de la gente. Lo que pasa es que la mente no tiene tiempo material –ni sitio– para pensar en algo distinto a salir de la pobreza, a no caer en ella, a mejorar su comodidad, a divertirse si puede, o a enriquecerse y encumbrarse. Pídasele a un negro subsahariano, a un humillado y fragmentado pueblo palestino, o a un español sin techo ni pan que escriba unos ensayos como los del señor de Montaigne, o que se dedique a pensar sobre el bien y el mal, o sobre cómo arreglar el mundo. ¡Misión imposible! Su pensamiento está ocupado y, en consecuencia, cautivo.

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