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Conviértete y ama

17 de Marzo del 2014 - Rafael Gutiérrez Amaro (Linares (Jaén))

Uno puede pensar y preguntarse: ¿Y para qué la cuaresma? ¿Y para qué: la penitencia, la conversión, la confesión frecuente, la Santa Misa? ¿Para qué esa renovación continúa del corazón, ese deseo de mejorar?

El final de todo esto que es: ¿Es el encuentro con Jesucristo? ¿Es recordar los misterios de la vida y de la muerte y resurrección de Jesucristo? ¿Es conocer mejor la doctrina de la Iglesia? ¿Es conocer mejor los evangelios? ¿Es ayudar a los demás? Pues bien es un poco de todo, pero lo fundamental se resume en un mandamiento que contiene dos apartados muy importantes: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

El fin de la cuaresma es el amor, tal como ahí se indica. El fin de la conversión es el amor en esa doble vertiente. El fin de los mandamientos es el amor vivido en su plenitud. El fin de nuestra existencia de cada día es el amor y exclusivamente el amor. El fin de nuestro camino hacia la vida eterna es el amor, allí vamos a participar plenamente de la grandeza del amor de Dios. El fin por el cual Dios nos ha dado la existencia a cada uno es el amor; el amor en cada acción, el amor en nuestra conducta, el amor en cada detalle, el amor en nuestro trabajo, el amor vivido en familia, el amor a los hijos y a los padres y a la esposa y al marido, el amor a todo aquel que vive a nuestro lado y el amor especialmente a los que más lo necesitan.

A veces buscamos demasiados motivos, buscamos cosas raras y desvirtuamos con mucha facilidad las realidades; por ejemplo vamos a Misa pero lo hacemos por cumplir, y esto o aquello: también por cumplir, y todo: sólo por cumplir..hacemos demasiadas cosas por cumplir, sin mirar el fin a que están destinadas; y ese fin, hemos dicho anteriormente, que siempre, siempre es el amor.

Un Santo llegó a decir: "ama y haz lo que quieras". En la vida tenemos muchos medios para llegar al fin; podemos coger uno u otro, nuestra libertad hace que en muchos casos podamos elegir; podemos elegir los medios, podemos elegir el camino a recorrer, pero no podemos elegir el fin, puesto que el fin es el amor: el amor a Dios y el amor a los demás; y cuando se habla de amor: sobran los egoísmos, sobran los intereses personales, sobre: el orgullo, la soberbia, la avaricia, la pedantería, la maldad, la insolidaridad, la indiferencia, el odio, el rencor, la enemistad, la venganza, la mentira, la lujuria, la traición y tantas otras cosas como hay que son obstáculos para el amor.

A la hora de elegir, en esta cuaresma, tenemos que elegir a Dios; y a la hora de actuar, también en esta cuaresma, tenemos que elegir el amor, siempre el amor; ese amor que enternece el alma y que nos hace vibrar, que nos hace estar siempre: optimistas, ilusionados, felices, alegres, contentos y disponibles para todos.

Con el amor: venceremos la primera y la última batalla; con el amor venceremos siempre, sea cual sea el enemigo. Con el amor superaremos las barreras: del dolor, del sufrimiento, de la pena, de la contradicción, de la desdicha, del cansancio, de la incomprensión

En el horizonte de nuestras vidas con el amor siempre nos llenaremos de esperanza. Si queremos encontrar a Dios, Él es el Amor: Él no entiende de otra cosa, Él no hace cálculos ni mediciones, Él sólo busca en nuestro corazón para saber si vivimos o no vivimos por y para el amor.

La infinitud de nuestra eterna existencia será en el paraíso junto a Dios, será allí donde confluyen todas las bellezas del inmenso Cosmos, y allí habrá, solo y exclusivamente, una actividad inmensamente trascendente y se llama: "Amor". Viviremos con el Amor, viviremos para el Amor, viviremos por el Amor y viviremos en el Amor. Y, si no vas allí y te pierdes por el camino, te perderás: el mejor festín, la mejor tarta de cumpleaños, el más bello espectáculo, el trato y el diálogo con una inmensidad de personajes excepcionales, te perderás la mejor de las vidas posibles; y te encontraras, si te empeñas, en la amarga sima de la desolación y de la tristeza.

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