Lobos con piel de oveja
Cuidar de un enfermo de alzheimer es una tarea dura, difícil, exigente y descorazonadora. Para una hija es muy doloroso ver cada día cómo tu propia madre dice cosas sin sentido, se inventa unas realidades que la obsesionan, no te reconoce e incluso te insulta. En esta lucha por atender a nuestros mayores, a veces nos tropezamos con instituciones que nos ofrecen sus servicios profesionales, su trato amable y atento, por supuesto, a cambio de unos honorarios que no son precisamente baratos, ni están al alcance de cualquier economía familiar. Nosotros hemos tenido la suerte o desgracia de llevar a nuestra madre a una famosa residencia de personas mayores cerca de Oviedo, siempre buscando lo mejor para ella. En algo de más de un año que nuestra madre estuvo allí nos han ocurrido varios hechos graves tales como: al poco tiempo de llegar mi madre tuvo una rotura del hueso radio del brazo por una mala manipulación de una cuidadora. 2) Posteriormente nos enteramos casualmente de que le administraban una medicación con un antipsicótico cuando ellos consideraban que estaba alterada, sin conocimiento ni permiso de la familia. 3) Y por ultimo, una grave caída por las escaleras, por una clara negligencia del personal del centro y como consecuencia de la cual estuvo una semana en casa de una hija recuperándose. Al volver a la residencia y pedir explicaciones de los hechos a la dirección nos dice textualmente el gerente que no tiene ninguna responsabilidad y que para eso están los seguros. Solicitamos por tanto dar parte al seguro de responsabilidad civil y a los pocos días nos mandan marcharnos de la residencia. ¿No será que no tienen seguro de accidentes? Además, no les faltan mayores que atender y cuidar y clientes que paguen religiosamente pero que no pidan responsabilidades ni explicaciones como nosotros. A la vista de esta experiencia sólo nos queda aconsejarles: ¡Infórmense bien dónde meten a sus queridos padres, porque hay lobos con piel de oveja!
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