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Justicia y razón

18 de Marzo del 2014 - José Manuel López García (Gijón)

Evidentemente, la imparcialidad es una de los fundamentos esenciales de la justicia. Algo que indica claramente el mismo John Rawls en su obra Teoría de la Justicia. En efecto, en la regulación normativa y en la ordenación de la sociedad, y también como es lógico en la delimitación jurídica de la actividad de las instituciones sociales debe prevalecer una actitud imparcial. El reconocimiento del mérito que es la expresión de la justicia es el principio básico que sustenta el valor de las leyes. Se comprende que Rawls escriba: «no importa que las leyes e instituciones estén ordenadas y sean eficientes: si son injustas han de ser reformadas o abolidas».Considero que es un planteamiento argumentativamente profundo e impecable. Esto, a mi juicio, debe ser aplicable a todo tipo de normas y decisiones políticas y administrativas en todos los ámbitos del estado y de la sociedad.

Indudablemente los derechos de cada persona poseen preeminencia sobre el bienestar general de la sociedad. Algo que no es contradictorio, porque si se garantiza el respeto de los derechos individuales se está afirmando la paz social y la justicia social. Lo que está en inequívoca relación con un ajustado entendimiento de la imparcialidad como valor moral de primera magnitud.

Ciertamente, el cálculo de intereses políticos no es un procedimiento adecuado para asegurar la igualdad de derechos de modo efectivo a todos los ciudadanos.Y es que la cooperación social es uno de los principios que deben regir, en mi opinión, en la convivencia cívica por encima de cuestiones económicas. A través de numerosos mecanismos de ajuste de que disponen los estados democráticos se pueden arbitrar soluciones racionales y justas de redistribución de recursos.

Por tanto, la razón y la capacidad de argumentación son aliados indispensables en la función política, y también en el ámbito moral y ético. La concepción de la justicia no debe supeditarse a las coyunturas y circunstancias de cada momento histórico. Lo que si es factible para superar esto es plantear múltiples alternativas posibles para solucionar de un modo razonable los desajustes económicos y los conflictos sociales. Estos son consustanciales a la evolución misma de la sociedad, y están en conexión con el cambio social propio de todas las sociedades a lo largo de la historia.

Que esté en discusión lo que es justo o injusto es algo que forma parte de la capacidad razonadora y crítica característica de los seres humanos como sujetos pensantes. De todos modos, para evitar discusiones interminables acerca de lo justo está la determinación o fijación de unos derechos y deberes básicos para todos los ciudadanos. Lo que no excluye un enfoque hasta cierto punto consecuencialista de la justicia. Porque la afirmación de la misma es la plasmación de unas consecuencias distributivas positivas para todas las personas en el ámbito material.

Rawls dice que: «Por tanto, si se supone que el concepto de la justicia se aplica siempre que existe una repartición de algo considerado racionalmente como ventajoso o desventajoso». Se deduce de este juicio que la equidad y la proporcionalidad son valores de primer orden en el campo ético, moral y político. Equidad que es dar a cada uno lo que merece. Considero que es la base de la imparcialidad si se quiere mostrar la esencia de la justicia.

Además, la cuestión de la justificación de las decisiones morales y políticas, y el problema de la decisión racional adquieren una relevancia decisiva. Considero que son definibles unas reglas de prioridad ante los conflictos que se fundamentan en unos valores morales que sirven de pauta regulativa racional y proporcionada.

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