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Cuando una niña muere

25 de Marzo del 2014 - José Viñas García (Oviedo)

Debiéramos morirnos todos ¡ya!, no merece una sociedad vivir si le falta sensibilidad y no presta la atención inmediata a quien la reclama, más si es una niña como en este caso, un anciano o quien sea. Saltan las alarmas por la muerte de esta niña, debido a negligencia, decisión errónea, descoordinación profesional, falta de recursos, etcétera. ¿Qué más da? Lo que importa es que una vida se fue antes de llegar, sin que nosotros pusiéramos todo de nuestra parte para impedirlo.

Quizás alguien pague por ello, pero la culpa es de toda la sociedad, una sociedad sin decencia, sin responsabilidad, sin dignidad, capaz de consentir que nuestros dirigentes lo sigan siendo cobrando bajo manga sobres como churros, despilfarrando, corrompiéndose y enchufando a diestro y siniestro mientras recortan en Sanidad, Educación, pensiones, sueldos, etcétera. ¿Cómo es posible que no nos rebelemos contra esas formas de comportamiento indecente?

Dicen que no hay para mantener esta Sanidad, cuando en tiempos peores, con menos recursos, llegó a ser considerada una de las mejores del mundo. Lo que ocurre es que quienes gestionaron y gestionan nuestros recursos se los apropian para ellos, los despilfarran, y si primero estalló la burbuja financiera y la inmobiliaria delante de sus narices sin enterarse, ahora les seguirá la de la Administración, paralela al funcionariado que crece y crece sin sentido porque allí colocan a sus familiares todos los políticos y allí también van a parar ellos cuando están muy vistos por otros lados. Además, pagamos grandes sueldos, jubilaciones millonarias, escoltas, oficinas, viajes en business, coches, secretarias y un sinfín de prebendas a políticos, jueces, dirigentes de empresas y cajas, expolíticos como si todos nuestros recursos fueran su banco privado. ¿Cómo vamos a tener para mantener nuestras urgencias y hospitales si estos sujetos nos arruinan?

Decía la presidenta del Defensor del Paciente que le habían llegado denuncias de que a personas mayores de 80 años en las urgencias de algún hospital de España se les mandaba para casa por directrices de no ingresarlas por gripe A. Lo cruel llega a este extremo, que médicos se presten a descartar por edad por no dar abasto. Si usted, médico de urgencias, necesita dos o cuatro compañeros más para cumplir esa parcela donde todos sean atendidos en tiempo, manera y forma sin mirar la edad, debe exigirlos ante las autoridades competentes, pero jamás prestarse a semejante y tamaña desproporción de insensibilidad humana. Parece increíble, pero así lo dejó caer esta señora en un debate en televisión, no me creo que inventara tal cosa.

Es más, no hace falta que nadie nos diga cómo están funcionando ahora nuestros hospitales, si por las urgencias de a diario, sin ser un día de trágico accidente o virus general, encontramos por los pasillos y las salas de espera ancianos aparcados horas en espera de atención; debemos denunciarlo todos, ya que no es de recibo que quienes despilfarran a manos llenas no inviertan recursos en potenciar áreas como las urgencias, esenciales en personas mayores y niños para solucionarles el problema de salud y que, como vemos, cualquier retraso puede convertirse en fatal desenlace.

Por todo ello, la sociedad debe ser consciente de que, si dejamos ocurrir estas cosas sin denunciarlas, estaremos participando en la destrucción de nuestra Sanidad Pública. Ya no vale decir que los médicos y las enfermeras no tienen la culpa porque les faltan medios y personal, quienes allí son destinados deben dignificar su profesión; si no pueden cumplir su trabajo por este motivo, deben ser los primeros en exigir los medios necesarios, de lo contrario, son partícipes de todo lo que ocurre. «Los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos», J. Ingen.

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