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Benditas cesáreas

12 de Julio del 2009 - Carmen Martínez Hevia (Bernueces, Gijón)

Acaba de morir la primera nieta de unas personas muy queridas con apenas 48 horas de vida. Seguro que tenía que ser. Pero, por lo que me han comentado, todo parece indicar que se había detectado sufrimiento fetal y tras horas esperando a que se produjera un parto natural, se tomó la decisión de realizar una cesárea, una vez más, decisión acertada pero tardía.

Tengo dos cesáreas, soy madre de dos niños, Alejandro y María, y no padezco ningún trauma por ninguna de las dos intervenciones.

Cuando nació mi primer hijo, que hoy tiene 5 años, en el HUCA, desconocía la prueba del PH, el sufrimiento fetal, y, por supuesto, las gravísimas consecuencias de no realizar una intervención a tiempo (si dicha prueba así lo determinara). Con la epidural puesta; pensando que el parto iba a ser mucho más fácil de lo que nunca imaginé; monitorizada, y una vez realizada una incisión en el cuero cabelludo de mi bebé, la ginecóloga me informa de que existe sufrimiento fetal y que es preciso finalizar el parto cuanto antes. Me explica que lo recomendable es realizarme una cesárea de urgencia, ante la incertidumbre de las horas que pudieran pasar antes de dar a luz a mi hijo. Nada que decir, nada que cuestionar, sólo llorar y desear que mi niño naciese cuanto antes. Consecuencia: un niño sano, sin ninguna secuela y, por supuesto, vivo. Por mi parte una pequeña cicatriz, y sólo agradecimiento a todo el equipo médico por su gran profesionalidad, rapidez y atención.

A los dos años nace mi hija, María, también en el HUCA y de nuevo por cesárea. En este caso yo sufría hipertensión y decidieron ingresarme, tras una consulta, días antes de la fecha prevista del parto.

Escribo estas líneas porque siento tristeza e impotencia ante esta muerte y realmente llevo tiempo sintiendo cierto hartazgo ante las opiniones en contra de las cesáreas y a favor del parto natural. Por supuesto que éste sería el ideal, pero siempre que las circunstancias lo permitan. Espero y deseo que en la comunidad médica reine el sentido común, frente a las opiniones y presiones de los que abanderan un mal entendido movimiento de humanización del parto, y que ninguna madre tenga que sufrir, en pleno siglo XXI, la evitable muerte de la mayor alegría de su vida.

Insisto, dos cesáreas, dos niños maravillosos, una cicatriz y ningún trauma: el que hubiera podido ser perder a mis niños o que éstos hubiesen nacido con graves secuelas.

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