Asturias necesita nuevas medidas para luchar contra los incendios forestales
En las últimas semanas hemos vuelto a ser testigos una vez más de los reiterados incendios forestales que, al albur de las condiciones meteorológicas, se producen todos los años en nuestra región con mayor o menor virulencia. La superficie que es afectada por estos siniestros, desgraciadamente, a la vista de los datos que a continuación presentamos, guarda poca o nula relación con los medios y medidas que estamos empleando para evitarlos y combatirlos.
Según la información disponible en el Ministerio de Medio Ambiente, los incendios afectaron a 9.351 hectáreas anualmente en Asturias durante el periodo 1990-2012, lo que nos coloca como la primera comunidad autónoma con mayor superficie incendiada en relación con nuestra superficie forestal, prácticamente empatados con Galicia y Cantabria. La tendencia de la superficie afectada; es decir, lo que cabe esperar que se siga quemando en los próximos años si seguimos como en los 23 anteriores, es que continúe aumentando a una tasa anual de 39 hectáreas. Junto con las dos comunidades citadas y Canarias, somos las únicas regiones del Estado donde esta tasa es positiva; es decir, donde la superficie afectada seguirá aumentando. Aunque Canarias presenta una tasa positiva para este periodo, a diferencia de las otras tres, su superficie afectada es mucho menor tanto en términos absolutos como en lo que representa respecto a su superficie forestal.
Durante estos 23 años, Asturias ha sido gobernada por formaciones políticas de varios colores (cuatro, si contamos las coaliciones), y en todo este tiempo no hemos percibido ningún cambio destacable en las nuevas medidas incorporadas, por lo que entendemos que los mediocres resultados obtenidos no dependen del enfoque ideológico con el que se está abordando este problema. Pensamos que el mayor error es adoptar una estrategia de lucha, empleada a nivel estatal con buenos resultados –la Comunidad Valenciana ha reducido sus incendios en este periodo a una tasa anual de 1.359 hectáreas; Andalucía, a 1.050, y Cataluña, a 667 has al año– pero que en Asturias sólo llega, a duras penas, a evitar que la tendencia empeore –tenemos una tasa de incremento anual, más o menos controlada, de sólo 39 hectáreas, frente a las 305 de Galicia y las171 de Cantabria–. Pero la enorme superficie afectada todos los años se mantiene, con ciertas variaciones interanuales, dependiente únicamente de la meteorología.
El aumento en la dotación de medios de extinción con eficaces sistemas de coordinación, con amplias campañas de información y sensibilización, y el endurecimiento de los castigos fueron elementos que indudablemente mejoraron la situación en buena parte del Estado, donde las negligencias, los accidentes o el rayo, copaban más del 70% de los fuegos. Pero no está sucediendo lo mismo en el noroeste, donde alrededor del 80% de éstos son provocados, por lo que la mejora en la extinción o trabajar sobre diferentes aspectos preventivos vemos que está sirviendo para bien poco.
Tras más de 23 años en esta situación, creemos que debemos aspirar no sólo a mantener estable la tendencia, sino también a mejorar nuestra alarmante situación de superficie incendiada todos los años. Una vez identificada la principal causa del origen de los fuegos (según la fiscalía de medio ambiente, el 83% se provoca para regenerar los pastos), creemos que es necesario introducir nuevas medidas que incidan directamente sobre la causa, a la vista, tras más de 25 años de lucha digamos convencional, de que las medidas empleadas no están consiguiendo corregir la situación. Por tanto, no entendemos cómo la nueva «Estrategia de lucha contra incendios 2013-16» parece que va a ser un calco de la anterior, con triviales novedades, a nuestro entender, como aumentar la cooperación y movilización de todos los recursos disponibles, o apelar a una mayor implicación de los asturianos en la lucha contra el fuego.
Que sepamos, las principales medidas adoptadas de un tiempo a esta parte para disminuir las motivaciones que generan ese 83% de incendios son los desbroces y las quemas controladas. Los beneficios que proporcionan estas intervenciones suelen durar tres o cuatro años, que es lo que tarda el matorral desbrozado o quemado en volver a invadir el pastizal completamente; o sea, a que el pastizal vuelva a quedar permanentemente «acotado de forma natural». Durante estos tres o cuatro años, la producción de pasto depende de la calidad del pastizal intervenido, que generalmente suele ser baja, al estar compuesto por herbáceas de bajo valor nutritivo que ocupan el terreno parcialmente al estar dominadas por el matorral. Además, el elevado coste de los trabajos necesarios condiciona que la superficie anualmente tratada quede muy lejos de las necesidades regionales. Por tanto, pensamos que hay que comenzar a probar otras alternativas, cada vez más demandadas por distintos agentes, como la progresiva transformación de estos pastizales degradados en otros sistemas más estables ecológicamente, de mayor producción vegetal y que no necesiten periódicas intervenciones para mantenerlos estables, como son los sistemas silvopastorales.
En la Asociación Proyecto Roble llevamos dos años realizando pequeñas actuaciones basadas en este modelo a modo de prueba, con la intención de conocer las mejores técnicas que permitan adaptar estos sistemas silvopastorales a las necesidades de nuestra región, tanto en aspectos técnicos como, especialmente, en todo lo relacionado con lo social. Porque estamos convencidos de que debemos comenzar a dedicar más esfuerzos a la transformación del actual modelo pastoral en otro más racional y sostenible, donde el mantenimiento del pasto no dependa únicamente de unas actuaciones costosas e insuficientes, sufragadas por unos fondos públicos menguantes; o su alternativa ilegal: unas quemas clandestinas a menudo convertidas en dañinos incendios tanto para el medio ambiente como para toda la sociedad.
Por tanto, desde este grupo, hacemos un llamamiento a los poderes públicos regionales para que consideren esta u otras propuestas, que aborden este problema con nuevas ideas que incidan directamente sobre la principal causa de generación de los fuegos de un modo más sostenible y viable económicamente. Por último, animamos e invitamos a todo el que quiera a aportar ideas y participar en este proyecto, porque pensamos que se necesita la colaboración de todas las personas implicadas para desatascar la actual situación, donde, como nos ocurre con otros problemas, acostumbramos a atrincherarnos en nuestras posiciones y a enquistarlos, con el desastroso resultado de una pérdida para todos.
Esperemos que no deban pasar otros 23 años para que los responsables políticos acierten en adoptar las medidas que nos permitan abandonar este reducido grupo de las regiones más «negras» de España y de toda Europa y, de una vez, comencemos a superar este grave problema con nefastas repercusiones medioambientales, económicas y sociales para toda Asturias.
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