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La mujer bajo la tutela socialista

10 de Abril del 2014 - Justo Roldán (Oviedo)

(Un origen marxista expuesto por María Luisa Carcedo)

Gracias al diario LA NUEVA ESPAÑA, como también se las daré yo por la publicación de esta carta, la diputada socialista en el Congreso María Luisa Carcedo, en un largo artículo que titula La mujer tutelada (por cierto, me imagino que el título sea también históricamente dependiente, de la idéntica tutela que ejercía hacia las diputadas femeninas de las siempre tan alabadas Cortes Constituyentes, de la no menos alabada II República) hace un recorrido teológico-científico, además de histórico-ideológico, para llegar a intentar demostrar que el aborto es un derecho.

Para esa conclusión, que ya aburre por la estridencia, por la insistencia y por la repetición de los mismos argumentos que fueron y son refutados, una y otra vez, por la biología, la genética, la medicina, la razón, la lógica, la ley natural y el sentido común, utiliza la diputada tutelada por su partido (¿o vota ella libremente, en el Congreso?, por citar un ejemplo de libertad) las mismas soflamas conocidas desde finales del XIX, del XX y principios del XXI, pues otras eran las opiniones de quienes han sido defenestradas de las hemerotecas socialistas, como lo fue, Margarita Nelken, quien se tuvo que ir al PCE gracias al trato igualitario recibido por los ancestros de la señora Carcedo.

Esta mujer, primera diputada en tres legislaturas, siempre defendió la igualdad del hombre y la mujer, entre otras más, en base a algo tan justo como a igual trabajo, igual salario. Pues esto tan simple de realizar no fueron capaces de hacerlo los que dicen que no tutelan a las mujeres ni en la II República, ni en los largos años en los que desde 1982 gobernaron con una mayoría más que sobrada, hacer realidad lo que en 1931 ya se reclamaba por justicia social.

El obsesivo anticlericalismo trasnochado, pretendiendo culpar a la religión de todos los males que padecen las mujeres, ya no es de recibo para nadie. Y esta docta diputada no debiera mezclar las churras con las merinas, si tuviera un mínimo de cultura y conocimiento histórico. La Iglesia habla para los creyentes, ¡nada más!... Son a los socialistas, marxistas y comunistas a los que les fastidia que lo haga tras veintiún siglos. Tras infinidad de persecuciones de curas, católicos y cristianos. Tras una larga y constante propaganda para quitar el opio que decían oprimía al pueblo, subyugaron, no sólo a las mujeres, también a los hombres, desde 1918 hasta la caída del muro de Berlín. ¡Esa sí que era una libertad tutelada! (Historia por historia, señora María Luisa) y así y con todo. La Iglesia continúa, los curas también.

Si dejaran de culpar a la religión, a los curas, a los católicos, su soflama ya no tendría la más mínima audiencia. Para que su verdad cale sólo les quedan dos cosas. Una: dar por muerto el amor, en toda su extensión. Y dos: poner el sexo donde debiera estar el seso. Esa obsesiva tendencia al disfrute y al goce de los placeres de cualquier índole, incluidos aquellos que sí son opiáceos en el cuerpo, para adormecer (aquí no tutelan) la realidad del género humano, no ha conducido más, que a una sociedad hedonista, cómoda, deshumanizada y carente de todo referente moral. Pero lo que es ya más triste es que quieren tutelar la visión trascendente, convirtiéndoles en meros monos evolucionados siguiendo aun con la teoría evolucionista, que ya sólo la mencionan cuatro. Y que como no pueden demostrar ni negar la no existencia de Dios ni la igualdad entre los desiguales siguen agarrándose a las hipótesis de Darwin y de Freud.

No merece que siga un renglón más. Quien termina asegurando que la mujer (la actual) que si reconoce, como lo hacemos todos, los mismos derechos, también tiene unas circunstancias biológicas diferentes. Fíjese bien el lector interesado que todo el metraje lo culmina con que la diferencia biológica de la mujer es sólo circunstancial.

Y nadie le quita el título académico, si es que lo tiene. Pues señora Carcedo éste que se atreve a contradecirla en público es un sexagenario y un simple pensionista, que no aporta más lustre a su currículum que la lectura y la experiencia de la vida. No sé si a usted le vale pero a mí sí. Los lectores tendrán la última palabra.

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