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De indignación y de dignidad

24 de Marzo del 2014 - Julio L. Bueno de las Heras (Oviedo)

No digo nada nuevo. Dentro de la ley, cada uno se indigna cuando se colma su vaso y cada uno se manifiesta cuando y donde quiere.

Es un derecho constitucional.

Dentro de la ley, cada uno se manifiesta con quien quiere y bajo los símbolos y pancartas que quiere, por ejemplo, con banderas republicanas o con banderas con la hoz y el martillo o con la estrella cubana o con la estrella coreana, que es más roja (abstenerse radicalmente esvásticas y yugos y flechas y águilas lustrosas, por su carácter antidemocrático y criminal. Hachas y serpientes, depende).

Dentro de la ley, cada uno se manifiesta contra quien quiere y no contra quien no quiere. Por ejemplo, se manifiesta contra los que tratan de gestionar con dudosa habilidad una crisis que otros no vieron, y no se manifiesta contra quienes la ocultaron dolosamente o la agravaron con estulticia suicida o contra quienes la parasitaron desde las instituciones, porque a lo mejor también están manifestándose al lado de uno.

Faltaría más. Las filias y las fobias son como las cerezas y como los colores. Dentro de la ley, cada cual grita los eslóganes, las consignas, los mantras y lo que le peta, y en la lengua que le peta.

Cuando uno, dentro de la ley, organiza una manifestación o cuando uno, dentro de la ley, se suma a una manifestación, y lo hace público por coherencia o por balance contable, y cuando la manifestación se convierte en vector de desmanes no buscados, quienes respetamos la ley (nos hayamos o no manifestado en ésta o en otras manifestaciones, contra éste o contra otros, o contra éste y contra otros gobiernos), y quienes hemos contribuido a hacer respetar la ley contribuyendo a abortar pintorescos excesos cuando nos manifestábamos, esperamos atentos, conteniendo el aliento (para no enturbiar la fría atmósfera). Esperamos atentos para ver por dónde salen ahora los organizadores y los iconos de la marcha de la indiscutible dignidad de los respetables indignados del 22-M que respetan las leyes. Marcha en la que los infiltrados vehiculados parecen haber batido (a pesar del escandaloso silencio de algunos corresponsales abducidos por el emburrie o emburriados por la abducción) todos los récords vandálicos del desmadre fin de fiesta.

Ciertamente que, de acuerdo con la ley, unos y otros organizadores e iconos no son ni excipientes, ni catalizadores, ni responsables directos de nada, ni tienen que dar explicaciones a nadie, ni pedir perdón por nada. No sólo porque probablemente así lo dice la ley escrita, sino porque lo dice la ley infusa: porque son de izquierdas, y la izquierda es el referente inmarcesible -que diría el Forges-, poseedora de toda legitimidad, de toda verdad y de toda razón, la medida, el alfa y la omega. Más inviolable que la Corona. Mismamente como un Dios ateo. Los extremistas peligrosos, o son fascistas o son somatenes.

Si esa censura no se produce, expresa e inequívoca, como muchos tememos con sincera aprensión, nos alegraremos amargamente sólo porque las cosas son simplemente como parecen. No digo nada nuevo.

Si esa censura se produce, expresa e inequívoca, como muchos deseamos, esperamos y merecemos, nos alegraremos en el fondo del alma porque las cosas son como son, y porque quienes respetamos las leyes estamos en el mismo bando frente a quienes las violan.

Porque es más lo que nos une que lo que nos separa. Como cuando Adolfo Suárez nos hizo creer que teníamos remedio y que todo era posible.

No digo nada nuevo, pero el brindis al sol va por usted, querido expresidente de nuestras ilusiones, que quizá ya está en posesión de la verdad y sabe cómo va a acabar la película.

No he dicho nada nuevo y, por eso, ya estoy aburrido e indignado.

Julio L. Bueno de las Heras

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