Los incidentes de Santander
En primer lugar me gustaría presentarme: me llamo Diego, tengo 15 años y soy un aficionado más de nuestro glorioso Real Oviedo.
La historia que hoy os voy a contar posiblemente no sea nada que no hayáis oído todavía. La historia que hoy os voy a contar es sobre cómo un niño de 15 años vivió los peores 15 minutos de su vida tras verse metido en la boca del lobo junto a otros 3.000 aficionados del Real Oviedo en una «batalla campal» en el parking de El Sardinero.
Mi historia comienza a eso de las 12.30, cuando el autobús que nos llevaba a Santander nos dejó en los aledaños de El Sardinero. Casi de lo primero que fuimos avisados fue de que tuviéramos cuidado con ciertos miembros de una peña verdiblanca, a la que me voy a referir con las siglas JJVV, que estaban «al loro» y que, por lo tanto, anduviésemos atentos.
Al principio es verdad que choca que te lo digan de esa manera, pero tardó 30 minutos en suceder. Después de una parada para ir al servicio, tres encapuchados con guantes negros comenzaron a seguirnos y tras 100 metros decidí preguntar qué pasaba. Una vez que este hombre se hubo colocado el pasamontañas adecuadamente comprobó si llevaba encima algún objeto del grupo SM94. Al no portar ninguno, y tras dos de los más angustiosos segundos de mi vida, decidió soltarme. No corrió la misma suerte un hombre unos metros más abajo, que fue atacado.
Aparte de eso, la tarde discurrió sin incidentes.
Lo más gordo llegaría a la salida de El Sardinero, cuando, tras la nefasta idea de no hacer un cordón policial, seguidores del Oviedo se vieron obligados a defenderse de ataques injustificados de miembros de JJVV y otras peñas.
Por mi parte tenía dos opciones: una, quedarme junto a la gente de mi bando y pelear, o dos, esperar. Finalmente, opté por la segunda y la más sabia.
Después de 30 minutos y dos intentos fallidos de cruzar, los altercados proseguían.
Viendo que era imposible salvar la distancia para dos niños de 15 años, tuvimos que pedir ayuda a algunos aficionados del Racing de Santander, quienes se portaron muy bien y no dudaron en ayudarnos a cruzar los escasos 100 metros que nos separaban. Quiero destacar la actuación de un hombre de unos 50 años, que no nos dejó solos en ningún momento y a quien no tengo palabras para agradecer todo lo que hizo por nosotros.
Una chica de unos 18 se ofreció a dejarme su chaqueta para que no me identificaran como seguidor azul, ya que llevaba la camiseta del Real Oviedo.
Si tengo que elogiar también tengo que condenar y reprochar a tres miembros de la Policía, a quienes este hombre y esta joven les pidieron que nos cruzaran hasta los buses, y de quienes recibimos la respuesta: «Que corran, no podemos ayudarles».
Finalmente, ya en el bus, a salvo, algunos de mis compañeros comentaban el pésimo trato recibido por las fuerzas del orden y por la seguridad privada del Real Racing Club de Santander, que se dedicó a expulsar del campo a todo aquel que la afición del Racing señalara.
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