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Adiós y hasta siempre, presidente

28 de Marzo del 2014 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

Adolfo Suárez, el que fuera primer presidente del Gobierno de España en nuestra historia democrática, ha muerto. Se nos acaba de ir físicamente todo un caballero de los asuntos públicos, y digo físicamente porque mentalmente ya nos dejó hace más de una década debido a una maldita enfermedad. Con su adiós, todos los ojos han vuelto a poner su foco de atención en aquellos importantes momentos donde la grandeza y la generosidad de los líderes políticos, y en especial de este hombre, han servido para cerrar viejas heridas de una pasada confrontación y marcar las nuevas líneas para caminar todos juntos por senderos de consenso y autoestima.

Es muy difícil añadir alguna palabra sensata más a los ríos de tinta que han discurrido tras el fallecimiento del presidente Suárez. Se ha dicho ya de todo y con honestidad en la gran mayoría de los casos. En pocos eventos se han visto a los españoles tan unidos y afectados. La Corona, el Gobierno y la oposición, Iglesia, partidos políticos, autonomías, empresarios, sindicatos, medios, pueblo llano, etcétera, se han significado al testimoniar su condolencia a los familiares del finado.

En este evento histórico se han visto unanimidad de alabanzas, elogios y concordia. Suárez seguirá siendo pues un gran referente para todos, pero de modo muy especial creemos ha de ser para los políticos actuales, que deberían ser ejemplo de entrega y concordia para el pueblo por encima de intereses personales y partidistas.

Con su muerte Adolfo Suárez, será desde ahora todo un icono a la alta política. El desempeño y gestión de los asuntos públicos está actualmente muy desprestigiado, y mucho habrá de verdad en ello cuando es reconocido en las encuestas y en el diario sentir de los ciudadanos.

España, hoy, con sus corruptelas y luchas absurdas, parece haber olvidado cómo conquistó la democracia y cuánto costó. A eso se le llama declive, retroceso, reculada. Si por algo destacó Adolfo Suárez es porque antepuso los intereses colectivos a los suyos propios. Lo que actualmente parece no entenderse. Y es que nuestra memoria parece ser muy frágil y no recuerda la inmensa grandeza de los inolvidables momentos de la Transición, donde los únicos valores posibles que se ejercían, eran: constancia en el trabajo bien hecho; sentido de Estado y generosidad para consensuar sobre los grandes asuntos colectivos; alto sentido de entrega a la noble tarea de la política, sin más ambición personal que la búsqueda del progreso de y para los ciudadanos.

En todo este contexto brilló con luz propia un sencillo político cuya legítima ambición era perseguir que todas las ideologías y creencias proyectaran un marco común para que desde la discrepancia en las formas y en lo superficial, encontraran acomodo en lo que les unía.

Suárez nos regaló el mañana porque no estaba escrito. Solo el ayer lo estaba. Nos regalo asimismo un legado de democracia, de valores y de principios. Hoy llueven merecidas loas, aplausos y un reconocimiento general de todo un pueblo, su pueblo, España entera. No fue así en su momento, de implacable fiereza política y mediática. Él nos devolvió la autoestima que un triste periplo había arruinado.

La imagen que España sigue dando para la historia, sin él, con toda seguridad sería otra muy distinta.

Por eso, de corazón le decimos, Adolfo Suárez descansa en paz, ya que siempre serás el Presidente en nuestros mejores recuerdos.

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