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Un ovetense será canonizado

13 de Julio del 2009 - Antonio Colao Granda (Oviedo)

Habrán pasado ya más de cuatro décadas desde que un hermano jesuita nos vino a obsequiar con un libro de grueso volumen, viejo y desgastado. Léalo, léalo -nos dijo- es la vida y escritos de Fray María Rafael Arnaiz Barón.

Viendo el entusiasmo con que nos transmitía algunos episodios del libro, y la buena voluntad con que lo hacía, sólo tuve que agradecerle lo que me estaba incomodando por falta de tiempo para leerlo. Luego comencé a ojearlo con el fin de poder decirle algo cuando me preguntara por el libro. ¡Oh, qué libro! No creo haber leído otro con mayor deleite y fruición. Por eso decidí racionarlo, conformándome con leer de seis a ocho páginas cada día para mantener la ilusión por más tiempo.

El hermano Rafael era natural de Burgos, pero pasó buena parte de su infancia y juventud en Oviedo. Su padre era ingeniero de Montes y su madre colaboraba con el diario Región. Rafael estuvo a punto de terminar la carrera de arquitecto, cuando su tío -duque de Maqueda- le convenció para pasarse unos días en la Trapa de Palencia. Allí descubrió su verdadera vocación, dedicándose -como todos sus hermanos de religión- a las faenas del campo, aprovechando las horas de ocio para escribir los aconteceres de cada día, diciendo con gallardía y gracejo las tribulaciones que sufría en el campo recolectando patatas con las manos heladas y con el azadón desenterrando los nabos. En sus escritos tiene frases que nos llevan a meditar: Benditas lágrimas, penas y enfermedades que son nuestro tesoro. ¡Qué bueno es tener que sufrir! ¡Pelo nabos por amor a Jesucristo! Y es de notar que cuando esto escribía estaba sufriendo una diabetes galopante que lo llevó a la muerte en la enfermería de la Trapa, donde la sed lo devoraba por el mal que le hacía el beber agua.

Un trapense que velaba de noche le vio levantarse de la cama dispuesto a dejarse vencer por la tentación: llegó junto al grifo donde todos bebían, lo abrió, volvió a cerrarlo y ni una gota de agua se tomó. Es claro que lo hizo por amor a Dios, y no por vivir o morir.

Su hermano don Fernando Arnaiz Barón, con el cual hemos tenido muy buena relación personalmente y por carta (37 años) hasta su fallecimiento en la Trapa, nos describió el milagro que subió a los altares como beato a su hermano Rafael: La que hoy es nuestra admirable amiga: cuando pasaba al lado de un semáforo, golpeado éste por un coche, se le vino encima el semáforo y le hundió el tráfico. Encontrándose en estado de coma y preagónica, le pusimos encima una reliquia de Rafael, unas horas después se levantó de la cama y la curación fue perfecta. (Añadimos: esta joven -después del accidente- ha cursado una carrera superior y vive por Palencia. En la Trapa saben todo esto).

La Santa Sede acaba de anunciar que el Papa Benedicto XVI canonizará a diez nuevos santos, el próximo 11 de octubre, entre ellos al beato español Rafael Arnaiz Barón, nacido el 9 de abril de 1911, falleciendo con 27 años. Los expertos en Teología y algunos teólogos nos han dejado escrito que se trata del mayor místico del siglo XX.

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