Atentamente a mis padres
A día de hoy, al concretar la hora de vuelta a casa, hemos tenido una controversia. Como suele ocurrir en estos casos, yo encontraba razonable una hora superior a la que tú, concreta y tajantemente, querías darme. Este tipo de sucesos suele ser muy típico en los entornos familiares, y más concretamente en algunos donde los padres e hijos poseen una mentalidad muy distinta. Afortunadamente, suele aceptarse un término medio que beneficie a ambas partes.
A veces con el tiempo los padres acaban por entender lo absurdo de estas horas de «vuelta a casa» y deciden confiar en que el hijo optará por la vía responsable y retornará antes o después de esas ya imaginadas horas con total coherencia con lo que en el momento desee, siempre eso sí con sensatez y buen juicio. Esta segunda vía es muy utilizada cuando por su carácter el hijo/a ha alcanzado una madurez adecuada y el control directo por sus padres está ya próximo a expirar. Pero requiere de unos bajos niveles de hipocresía en ambas partes, así como abundante sinceridad y confianza y no es apto para todos los sujetos.
Hoy, en medio del disentimiento, he comprendido al fin que vosotros, padres míos, os caracterizáis por tener una extraordinaria facultad comprensiva a la vez que una amplia apertura mental, y quiero agradeceros vuestra voluntad para acceder a escuchar mis razones haciendo uso de una cualidad conciliadora que representa la mayor de vuestras virtudes. Tal es tu caso, mamá, que en estos momentos a los que me refiero sueles mantenerte imparcial exponiendo argumentos y agudas intervenciones que poco a poco logran acercar posturas entre las dos facciones.
En efecto, papá, como tú bien aciertas a recalcar, yo no soy tan sabio como los que ya poseéis tantos años de experiencia vital, pero aun así me atrevería a postular, sin intención de ofender a nadie, que por lo general las rebeldías son fruto de las imposiciones desmedidas y a menudo un sobreproteccionismo y una extrema privación de libertades con el objetivo de mantener al individuo en el recto camino pueden hacer en éste más apetecibles los vicios en los que finalmente recaerá.
No espero que atiendas estas palabras con mayor interés del que estimas a las que habitualmente profiero, pero como la palabra escrita no se la lleva el viento... pues aquí queda.
Me reconforta saber que ahora mismo probablemente estés disfrutando con este jocoso documento y hasta leyéndolo en voz alta para que puedan desternillarse de risa los demás presentes. Tranquilo, no te molesto más, puedes seguir sonriendo.
Daniel González González
Oviedo
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