Carta abierta a la alcaldesa de Castrillón
Le escribo con relación a la noticia publicada estos días en los medios sobre el estudio por su parte de la posibilidad de permitir perros en la playa de Bahinas. Le rogaría que meditase y analizara las siguientes consideraciones que paso a exponerle.
Una de ellas es que esa medida, que satisface a una parte de los usuarios, perjudica –y gravemente– a otro sector de los mismos. Llegado a este punto, cabe analizar qué porcentaje de la población puede verse favorecida por esta medida y qué parte de la población perjudicada. ¿Tanta demanda hay como para adoptar esta medida que condena al resto de usuarios?
No voy a entrar a debatir sobre los derechos de los amantes de los animales, no se trata de esto, se trata de debatir sobre la idea que usted propone.
¿Se da usted cuenta de que permitiendo la entrada de perros en la playa condena a una gran parte de los usuarios a abandonar el disfrute de esa playa? Está muy bien intentar crear un mundo feliz, donde el ciudadano cumple con las normas y todos tan contentos. Pero ¿le parece que el estado actual de nuestras calles denota ese civismo que se les supone a todos los dueños de perros? Si en la ciudad, con presencia de vigilancia permanente no se recogen excrementos, ¿cree de verdad que en la playa va a ser de otra manera?
Ojo, no hablo de todos los dueños, hablo de algunos, los que ya son incívicos en la actualidad. Basta con darse un paseo por cualquier calle para comprobar lo que menciono. Basta con un uno o un dos por ciento de dueños que no recojan los excrementos para condenar a la playa, y por extensión a los usuarios. Solamente con un solo perro al día que contamine la playa bastaría para quitarle las ganas al resto de usuarios de ir a Bahinas.
Ya he sufrido en persona la experiencia de extender la toalla en la arena y comprobar la existencias de cagadas de perros, y le aseguro que no es plato de gusto. Y precisamente la viví en Bahinas el verano pasado, pese a la prohibición. Y le aseguro que no es de recibo.
Por otro lado, se habla de la obligación de llevar los animales atados y con bozal (¿?) ¿Qué sentido tiene llevarlos así a la playa?, ¿de verdad cree que se va a respetar esa norma?
Otro aspecto para analizar es el de las meadas, imposibles de limpiar. Los excrementos sólidos son visibles; los líquidos, no. No sé si usted es usuaria de las playas. Pero si lo fuera, imagínese que fuera a una playa compartida, ¿estaría usted tranquila? ¿extendería su toalla sin más o le quedaría la duda de si...? ¿seguiría yendo a Bahinas? Y no se argumente al respecto que los perros necesitan un sitio concreto para mear, pues todos hemos visto perros hacerlo en superficies horizontales, sin pared, árbol o similar para levantar la patita.
No se entienda esta carta como un ataque a los dueños de los perros, que los hay dignísimos y muy cívicos, puede entenderse como un ataque a los dueños que no recogen su porquería, que haberlos, haylos, basta ver las calles.
Y por último, con animo constructivo, una consideración. Si Bahinas es una playa pequeña, donde permitir el acceso a perros supondrá en la practica el desplazar al resto de usuarios que llevamos años disfrutando de ella, ¿por qué no buscar una solución más imaginativa que permita comprobar si esta iniciativa es viable? Le propongo que estudie llevar la propuesta a una zona acotada en una playa grande, donde haya espacio para todos. Me refiero a Bayas, playa inmensa en la que perfectamente se puede delimitar una zona para perros que no suponga en la práctica desplazar al resto de usuarios sin mascotas. Sitio de sobra hay. Hágase allí el experimento y al final de la temporada se verá si la medida es válida o un fracaso.
Pero, por favor, no haga esto con Bahinas. Quienes llevamos años acudiendo a ella y le tenemos cariño se lo agradeceremos.
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