En Turón

26 de Julio del 2009 - Eduardo García Ordás (Llanera)

Hoy, al fin, me han salido las palabras. Hoy, que no se cumplen ni años ni meses de ninguna de esas dos fechas en que tanta soledad me cayó encima, he podido, al fin, juntar las letras para dejar escrito un adiós en estas páginas que tantas veces les he visto leer a ellos, desde mucho antes de que yo aprendiera a juntar letras; en este periódico que, en aquel tiempo lejano de mi infancia, traía el mundo a la familia un día, y al siguiente, envolvía meriendas y secaba los suelos de las casas.

Ya no viven mis padres en Turón. Ya no me viven. Han cumplido su ciclo y ya descansan, juntos, en Rozá, al lado de Villapendi, tan cerca de donde nació ella, tan cerca de donde él acudió, durante tantos años, a su tertulia de tute con amistades viejas.

Pedro García y Carmina Ordás: practicantes en la medicina de combate de aquel tiempo difícil de la mitad del siglo en que se rompió España en dos mitades. Aquel tiempo de caminatas de horas por caminos con barro hasta el tobillo, contra el viento y la lluvia, tantas veces de noche, con la linterna en ristre, para inyectar un poco de esperanza en enfermos que vivían muy cerca de la muerte. O para asistir a un parto en un hórreo, perdido en cualquier parte, sin agua, sin luz, sin medios. Sólo con voluntad y fe; y con amor al oficio y respeto al paciente.

Carmina y Pedro: padres entregados al amor a sus hijos. Dedicación completa. Siempre les vi viviendo para otros. Siempre pensé que se olvidaban de vivir un poco para ellos; y siempre les vi sonreír cuando se lo decía.

Partieron ya. Él se fue primero: hace casi seis años; parece que fue ayer. Ella se fue hace poco: aún no hace dos meses; parece que aún está. Pero no está en Turón, la casa está vacía. Y llena de detalles que encienden el recuerdo y hacen pesar la ausencia. Que estas letras sirvan para glosar, un poco, tantos años de brega y de cariño, para envolver un trozo de memoria y guardarla a cubierto del polvo del olvido, y para decirles adiós, agradecido por haber tenido esos padres tanto tiempo. Agradecido y triste. Y resignado: es ley de vida. Tal vez al otro lado encuentren aquello en lo que tan firmemente creyeron. Descansan juntos en Turón, donde tanto se quisieron.

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